La paz es uno de los escenarios idílicos más deseados por la humanidad. Sin embargo, siempre ha habido guerras. Y no hace falta irnos atrás en el tiempo, están aquí, en el conflicto entre Ucrania y Rusia, que ya ha cumplido dos años, y en el que surgió más recientemente, entre Israel y el grupo Hamás.
Nosotros, cristianos, sabemos que nunca podremos encontrar paz en el mundo, pero sí en Dios. De hecho, la única manera de tener paz interior es buscándola por medio del Espíritu Santo, Fuente de paz.
Pero para obtener esta paz, existe una condición. Tal como aseguró el obispo Joaquim en una de sus reuniones más recientes, “para tener paz, tenemos que sujetarnos a la Palabra de Dios, someternos a ella, practicarla. Y esto nos ayudará a estar en paz con nosotros mismos y con nuestra familia. Entre otras cosas, porque solo quien se somete a Dios es capaz de perdonar y poner la otra mejilla.”
Muchas personas se desesperan porque en sus casas, en lugar de reinar la paz y la felicidad, reina el conflicto y la infelicidad. Pero cuando uno de sus miembros busca la paz de Dios, sometiéndose y practicando la Palabra de Dios, se convierte en luz e inspiración para sus familiares, quienes, deseando tener lo mismo, se acercarán a la Fuente. (Lee testimonio de Flor y su hija Flora en página x).
Después de Dios, nuestra familia es nuestro mayor tesoro y Dios desea traer paz y restaurar las relaciones que han sido dañadas. Todos los domingos, además de la meditación bíblica y las oraciones por la liberación y la salud, realizamos una oración por todos los hogares y tú estás cordialmente invitado.
“Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.” Mateo 5:9
“Mamá, ¿qué tengo que hacer para tener la paz que tú tienes?” 
Flor tiene muy claro que la verdadera transformación, ya sea personal o familiar, pasa por practicar una fe bíblica e inteligente. Por eso, todos los domingos acude a su Centro de Ayuda Cristiano de San Sebastián con su álbum familiar. Al principio iba sola, pero después de un tiempo, su hija Flora empezó a acompañarla.
Ahora se les ve contentas, como dos amigas que disfrutan pasando tiempo juntas, pero no siempre fue así. Flor admite que antes de conocer la iglesia se sentía perdida. Fumaba más de 3 cajetillas de tabaco al día y bebía hasta emborracharse. La depresión se hacía cada vez más profunda y solo encontraba cierto alivio cuando salía por la noche.
Compartía la custodia de sus hijos, y cuando ellos estaban en casa, no conseguía darles el cariño ni la atención que se merecían. “Era agresiva, les gritaba y me enfadaba por cualquier cosa. Dejaba sola a Flora, que era pequeña, al cuidado de su hermano. No le daba atención”, reconoce.
Pero ese malestar interior se esfumó cuando encontró al Señor Jesús en el Centro de Ayuda Cristiano. Tras un periodo de liberación y su bautismo con el Espíritu Santo, Flor nunca más volvió a ser la misma.
Flora, su hija, vio este cambio. “Vi un antes y un después en mi madre. La noté más tranquila, feliz, e incluso bromeaba, algo que antes no hacía. Interiormente yo escondía una enorme inseguridad por detrás de mis redes sociales, pretendía ser alguien que no era para ser aceptada, y eso no me dejaba ser feliz.
Pero mi peor momento fue cuando mi mejor amigo murió. No supe como encajarlo. Empecé a deprimirme e incluso empecé a tener pensamientos suicidas. Al ver la paz, la alegría y la quietud en mi madre le pregunté qué tenía que hacer yo para tener la paz que ella tenía”, relata.
Flor entendió en aquel momento que Dios estaba respondiendo a sus oraciones y propósitos por ella. La joven empezó a asistir a la iglesia con una sed enorme de la paz que veía en su madre. “Puse a Dios a prueba, le pedí que me consolara y le di todo mi interior; mis miedos e inseguridades. Recibí el Espíritu Santo y Él cambió todo en mí. Ya no soy una joven insegura, y mi madre y yo somos grandes amigas”, concluye Flora.
Flor Dutra y Flora Durand
