Un profundo vacío interior llevó a Darvin a experimentar inseguridad y envidia hacia los demás. No se consideraba digno ni capaz de obtener lo mismo que ellos.
Esta frustración lo llevó a escoger un camino ilícito para alcanzar sus objetivos, pero el peso en su conciencia no le permitía ser feliz. Solo un verdadero arrepentimiento logró librarle de la culpa y ayudarle a construir una nueva identidad. Ahora no cambiaría su vida por nada ni nadie en el mundo.
«Mi mayor problema era la inseguridad. Envidiaba mucho a unos primos; quería tener lo mismo que ellos, y eso me llenaba de infelicidad y frustración.» Reconoce.
Veía la vida de ellos como perfecta, por lo que trataba de seguir sus pasos. “Me fui a otro país buscando prosperidad, pero allí encontré la marihuana y el mundo de la pornografía.
Conseguí trabajo como ayudante de cocina, pero empecé a robar de la caja. Sabía cómo hacer que cuadrara sin que se dieran cuenta, pero solo fue por un tiempo. Me despidieron, y terminé trabajando en un call center de ventas. Allí me convertí en un profesional de la estafa. Sin embargo, todo lo que ganaba se esfumaba en pocos días.
Volví a cambiar de país, y esta vez me vine a España, soñando con una vida mejor. Pero no fue así. No tenía documentos y caí nuevamente en el mundo de las estafas. Me hacía pasar por la compañía de luz de mis clientes y los hacía firmar un contrato con la mía sin que lo supieran”, recuerda el joven sobre su maltrecha vida laboral.
Su manera de proceder terminó pasándole factura. “Todo lo que había hecho con mis clientes se volvió en mi contra. Yo, que hacía que ellos se endeudaran, tuve que pedir prestado muchas veces para no quedarme en la calle o poder comer”, se lamenta.
Interiormente también sufrió las consecuencias. “No lograba dormir; el vacío aumentaba, hasta que conocí la iglesia y decidí abrirme con el pastor. Cuando salí de la iglesia, ya no sentía todo aquel peso. Seguí escuchando la Palabra de Dios y llegó la Hoguera Santa.
Quería tener a Dios, recibir el Espíritu Santo y, a medida que me entregaba, la culpa desaparecía y crecía en mí una certeza cada vez mayor de que Dios estaba conmigo.
En poco tiempo mis documentos se resolvieron y ahora tengo un trabajo digno. Dios ha suplido todas mis necesidades desde que me entregué a Él y recibí el Espíritu Santo. Ya no soy una persona insegura y quien me dirige es el propio Espíritu Santo”.
Darvin Blanco


