«No tenía fuerzas para salir de aquel mundo»

Manuel fue víctima de abusos sexuales en su infancia y fue testigo ocular de las severas palizas que su padrastro le propinaba a su madre. Cuando vio la oportunidad emprendió su propio camino, pero ‘el equipaje’ que cargaba era demasiado pesado. 

 El joven relata que cuando salió de la casa de su madre buscó maneras de evadirse y el baile fue uno de sus subterfugios. Pronto encontró trabajo bailando en una discoteca, lo que le llevó a adentrarse en el mundo de las drogas y la prostitución. “Me convertí en stripper, pero detrás de este mundo de la noche hay un estilo de vida vinculado a la pornografía. Pronto me empecé a citar con hombres y mujeres para bailarles y después tener sexo con ellos. Ejercía la prostitución de lunes a lunes y usaba las redes sociales para encontrar clientes. Trataba que aquello me llenara y me ayudara a olvidarme del pasado. Pero era un vacío sin fondo. Me llenaba, sí, de alcohol, de mucha droga, cocaína, éxtasis, LSD… nunca me llegué a inyectar, pero llegué a un extremo donde ya no tenía control de mí mismo”, relató el joven durante el trascurso de una reunión en Atocha.

Tras largos años en aquel mundo y tras perpetrar todo tipo de delitos como el tráfico de drogas y varios robos, Manuel se encontraba solo, atrapado y angustiado. “Me hacía el fuerte pero por dentro sabía que no podía. No podía vivir sin sexo, sin mujeres, sin droga”, confesó.

Sus hermanas le habían hablado del Centro de Ayuda Cristiano, un lugar que se negó a visitar hasta que, según él, “tocó fondo”. Allí encontró un lugar donde pudo superar su problema, desde la raíz, la cual, asegura, era espiritual. “Lo primero que sentí al llegar fue paz y tranquilidad. Fue muy duro, no voy a mentir, pero poco a poco me liberé de todo mi pasado y consecuentemente, del vicio de la droga y la prostitución. 

Hice mis cadenas de liberación y buscaba a Dios de madrugada. Lloraba y le pedía que me sacara de aquel mundo porque yo no tenía fuerzas”, contó.

Pero la mayor transformación tuvo lugar cuando participó en la Hoguera Santa. “Era mi gran oportunidad y me entregué por completo. Le dije a Dios ‘es todo o nada, o me cambias o me matas’ y mi vida, a  partir de ese momento, empezó a cambiar. Ahora no tengo ni ganas de volver a mi antigua vida, dejé las drogas y la prostitución.»

Ahora Manuel disfruta de su nueva vida, y junto a su mujer Michell, sirve a Dios como voluntario en la iglesia de su ciudad. «Desde que recibí el Espíritu Santo soy otro hombre. Volví a nacer”, concluye.

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