Cuando Eddy cayó en una profunda depresión, hacía tiempo que en su vida llovía sobre mojado. Una enfermedad renal, un matrimonio destruido por las drogas y una economía pésima durante años fueron problemas que minaron, poco a poco, sus fuerzas.
“Mi vida estaba completamente devastada. Mi marido era alcohólico, tomaba drogas y me maltrataba física y psicológicamente. Ambos estábamos desempleados y vivíamos en la más absoluta miseria. Llegamos a compartir piso con 17 personas y en nuestra habitación vivíamos ocho. Sin embargo, lo más triste era ver a mis hijos llorando por tener que irse a dormir sin cenar. Me hundí. No veía la solución por ninguna parte y pensé en suicidarme, aunque no llegué a hacerlo porque mis hijos eran pequeños”, recuerda Eddy.
Eddy iba a iglesias y oenegés buscando ayuda solidaria, y fue así como conoció el Centro de Ayuda Cristiano. “Me dijeron que en esta iglesia daban alimentos, así que vine a por una bolsa, pero el mejor alimento que recibí aquí fue el espiritual, el cual hizo nacer en mí la certeza de que todo iba a cambiar”, recuerda sobre sus primeros pasos de fe.
Eddy empezó a asistir a las reuniones del Centro de Ayuda Cristiano, aunque eso suponía caminar durante más de una hora y media para ir y otra hora y media para volver a casa, porque al principio ni siquiera tenía dinero para pagar el transporte público. Sin embargo, su fe se iba fortaleciendo a medida que ponía en práctica lo que aprendía.
“En poco tiempo conseguí un buen trabajo y mi marido dejó el alcohol y las drogas. Yo superé mi problema renal y no hizo falta pasar por quirófano. Ahora estamos más unidos que nunca y tenemos dos negocios prósperos. Antes dependíamos de ayudas sociales para comer, ahora tenemos una gran tienda de alimentación y una gráfica. No fue de la noche a la mañana: tuvimos que luchar y perseverar, pero la Palabra de Dios nunca nos ha fallado. Hemos vuelto a nacer para vivir una vida totalmente diferente.”
Eddy Castañeda


