Cynthia se envenenaba mientras deseaba la muerte de aquellos que le habían hecho daño. Desde su infancia se había sentido desdichada, despreciada, ninguneada. Empezando por su padre, que la abandonó, pero también por personas de su entorno que decidieron usarla como un juguete. Pensaba que tenía derecho a guardar todo aquel rencor en su corazón hasta que entendió que la única perjudicada era ella.
“Cuando mi padre nos abandonó a mi madre y a mí, empecé a sentir rencor. Pero este sentimiento creció cuando alguien abusó de mí. El dolor eran tan profundo que intenté suicidarme con solo 7 años. Sentía rechazo hacia los hombres, pero a la vez sentía la ausencia de mi padre y buscaba ese amor en ellos. Tuve varias relaciones en mi juventud y todos mis hijos nacieron de diferentes parejas. Buscaba suplir una carencia, pero la mayoría fueron relaciones tóxicas. Me maltrataban física y psicológicamente, al punto de dejarme encerrada en una habitación durante días, recibiendo golpes”, resume su pasado tortuoso.
Con el tiempo, los sentimientos de odio, en lugar de disiparse, se hicieron más fuertes. “El odio me carcomía interiormente. Se me caía el pelo y somatizaba enfermedades y dolores en el cuerpo. Volví a intentar suicidarme, pero no pude concluirlo. Entonces conocí a un chico que pensé que era diferente. Nos casamos e hice de él el centro de mi vida, pero después de tres meses me fue infiel con la hija de un familiar. Lo odié de muerte, con todas mis fuerzas, y buscaba a la chica para golpearla y enviarla al hospital. Estaba consumida por el odio”, reconoce.
En el Centro de Ayuda Cristiano, Cynthia entendió la importancia de perdonar para sanar su alma y poder empezar una nueva vida. “Al principio me resistía, pero después comprendí que no podría recibir el perdón y la paz de Dios si no lo hacía. No fue fácil, pero lo conseguí cuando hice de Dios el centro de mi vida. Volqué todos mis sentimientos en Él e incluso pedí perdón a las personas que odiaba. Lo hice por mí. Cuando perdoné, fui bautizada con el Espíritu Santo, y en ese momento me convertí en una mujer feliz. Tengo una paz inmensa. Ni el pasado ni las personas tienen el poder de hacerme daño,” concluye alegre.
Si al leer este relato te sientes identificado/a con su historia, no dudes en buscar ayuda. En el Centro de Ayuda Cristiano queremos acompañarte, a la luz de las Escrituras, para que puedas liberarte del peso del rencor, tener una experiencia personal con Dios y vivir en paz, sin los fantasmas del pasado.


