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Enfermedades del Alma – El orgullo

Se puede afirmar que nunca se ha visto una época en la que se propagase tanto el amor propio. Pero, ¿hasta qué punto es eso realmente válido y saludable? Aunque todos necesitemos una dosis de amor propio, para las personas orgullosas eso está de más.

Las redes sociales han alimentado esta perspectiva centrada en un mismo. Cuantos más “me gustas” y más seguidores tenga la persona, mayor será el sentimiento de soberbia y arrogancia que albergue en su interior. Sin embargo, este es solo un ejemplo de lo peligroso que es el orgullo. Pues, en su esencia, el orgullo es la alabanza de uno mismo y la sensación de ser superior a los demás, incluso superior a Dios.

La verdad es que nadie nace orgulloso, pero en algún momento la persona empieza a admirar más sus propias cualidades que las de los demás, al punto de despreciarlas o verlas inferiores.

Reconociendo actitudes orgullosas

¿Sueles afirmar con tus palabras que no eres una persona orgullosa pero tus actitudes dicen lo contrario? Una persona con ese sentimiento en su interior no sabe reconocer que está equivocada y pedir perdón, simplemente porque la otra persona también se ha equivocado.

Las actitudes bañadas de orgullo son muy sutiles en el día a día, pero fue así como empezó todo en el cielo cuando Lucifer, de forma imperceptible, empezó a sentirse mejor y superior que el propio Dios.

La Palabra de Dios ya nos enseña que “antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”, como está escrito en Proverbios 16:18. Entonces, el orgullo viene antes del resto de los pecados, de ahí la importancia incalculable de mantenerse humilde y con el corazón puro, como el de un niño.

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”

(Santiago 4:6)

Este sentimiento tiene muchas caras, pero principalmente se caracteriza por llevar a la persona a sentirse superior a las demás e incluso superior a Dios, pues son muchos los que rechazan la necesidad de un salvador. Ese es el tipo de orgullo que surge al vernos justos a nuestros propios ojos y Dios odia eso porque impide que nos aproximemos a Él.

Otro ejemplo de como el orgullo se manifiesta es cuando una persona piensa que su comportamiento no necesita cambiar aun siendo perjudicial para ella misma y para los que le rodean.

Dios está en contra de los orgullosos. El orgullo es un pecado por culpa de su perspectiva centrada en sí mismo. Este sentimiento nos puede separar de Dios y de las personas que amamos. Nos lleva a quedarnos solos, sin Dios, sin amigos y sin familia. Pero lo peor, puede llevarnos al infierno.

Todos nosotros ya hemos lidiado con el orgullo en varias ocasiones en la vida, ya sea resistiéndonos a admitir un error y pedir disculpas porque pensamos que la otra persona también se equivocó con nosotros, o delante de Dios, resistiéndonos a pedir perdón y a cambiar un comportamiento.

También podemos sentirnos excesivamente orgullosos de lo que hacemos y olvidarnos de que sin Dios nada podemos hacer, pues Él es la fuente de nuestra fuerza. Él nos da fuerza y sabiduría para que desarrollemos nuestros talentos.

La humildad semejante a la de un niño es de mucho valor para Dios. Él no espera que seamos perfectos, pero es fundamental que seamos humildes. Por eso Jesús afirmó: “De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Marcos 10:15).

Mira los océanos, el cielo, los animales, el universo, Dios es mucho más grande que todo porque el Creador es mayor que las criaturas y la creación. Tú y yo solo somos dos puntos en la creación de Dios y, aun así, le importamos, cuida de nosotros y se entregó por amor a nosotros. Por eso debemos estar siempre a Sus pies, conscientes de que somos importantes para Él, pero que delante de Él no somos nada. “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor del Señor” (Proverbios 22:4).

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