La decadencia de Abel empezó como la de cualquier otro joven pandillero que no encuentra en su propio hogar un referente ni un espacio donde ser amado. Fue este vacío el que le condujo a buscar fuera de casa la sensación de pertenencia a una familia, aunque fuera a costa de vender su propia alma. Ahora, fuera del mundo de la delincuencia y tras superar todos sus conflictos y carencias, es un joven feliz, con sueños y proyectos, que además disfruta de una familia reconstruida.
Conoce su historia completa en el siguiente video:

REEDIFICA EL MURO
“Y me dijeron: Los restantes, que quedaron del cautiverio, allá en la provincia, están en gran miseria y desprecio; y el muro de Jerusalén está