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El segundo novillo

El segundo novillo, el altar de Baal y la Asera pertenecían a Joás, padre de Gedeón. El hecho de ser dueño de ese altar sugiere su compromiso como sacerdote de Baal. Por eso, cuando Gedeón rompió el altar, provocó la ira de los hombres en aquella ciudad. Los israelitas que adoraban ídolos se unieron para presionar a Joás, a fin de que entregara a su hijo para que muriera. El sacrificio del segundo novillo no fue tan malo para ellos como la destrucción del altar de Baal.

Baal, el principal dios de los cananeos, era considerado el dios de la fertilidad, de la lluvia y de la cosecha. La adoración a Baal involucraba prostitución e incluso sacrificio de niños. La entrada de Israel en el Baalismo sucedió debido a su desobediencia a la Palabra de Dios. Y, claramente, cuando alguien pierde la visión de la voluntad de Dios, acaba abrazando las fantasías de las religiones paganas.

Joás, el padre de Gedeón, sus parientes y todas las personas en su ciudad, creían tanto en el poder de Baal que construyeron un altar para él, en la esperanza de ver que sus rebaños se multiplicaran abundantemente y, también, para que las lluvias llegaran a tiempo a fin de tener una cosecha abundante. Pero, en vez de recibir lo que esperaban de Baal, recibían lo contrario. Aun así, continuaron onfiando en él…

Esa necedad espiritual aún sucede en los días de hoy…

El segundo novillo que Dios pidió no era un simple novillo, sino el substituto inmediato del novillo principal del rebaño.

Este novillo tenía un solo propósito — reproducir. Era exclusivamente para reproducción. Por este motivo, recibía un tratamiento especial. Su comida era la mejor, la más nutritiva, y no hacía ningún trabajo pesado, para no desperdiciar energía o correr riesgos innecesarios para su salud. Por ser un novillo reproductor, era separado de las otras vacas y toros. El futuro del rebaño de Joás dependía de ese animal. Como tal, ese novillo era uno de los bienes más preciosos de Joás, y Gedeón era uno de sus herederos.

Dios sabía lo que estaba pidiendo, y Gedeón sabía lo que estaba sacrificando.

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