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“Si no bebía mi cuerpo temblaba”

A veces, el dolor se vuelve tan insoportable, que la persona busca desesperadamente algo que le haga evadirse de la realidad que le conturba. Ese “algo” para Alba, era el alcohol.

“Hasta hace poco tiempo podría decir que nunca fui feliz. Siempre tuve una vida complicada desde que era niña porque mi madre me maltrataba mucho, sobre todo, psicológicamente. Me decía cosas horribles como, “nunca vas a ser nadie en la vida” o “no vales para nada”. Era una niña muy carente de amor y cuando llegué a la adolescencia me volví muy rebelde.

Mi rebeldía escondía lo que era en realidad, una chica muy insegura y miedosa. La verdad es que siempre me encontré mal interiormente. Mi mente era un hervidero de pensamientos negativos.

Empecé a juntarme con personas que me llevaron a consumir cocaína y alcohol. Al principio era ocasional pero a partir de los 18 años empecé a emborracharme todos los días. No tenía aprecio por la vida, conducía borracha porque pensaba que muerta estaría mejor. Mi nivel de adicción era tan elevado que sino bebía un día, me producía temblores. Hubo momentos que hasta pensé en prostituirme para poder comprar alcohol.

Aunque sabía que estaba mal, tenía miedo de pedir ayuda, así que me encerré más y más en mi misma. Una amiga me animó a que hablara con los espíritus para que me ayudaran a ser feliz, y lo intenté, pero obviamente mi vida fue de mal en peor.

No tenía una dirección, no duraba más de dos meses en los trabajos y no conseguía dormir. En una de esas noches me angustié tanto que decidí ir al Centro de Ayuda Cristiano porque sabía que solo Dios podría ayudarme.

No fue fácil. No tenía ni para viajar en metro, pero a medida que hacía las cadenas de oración me iba sintiendo más fuerte. Mi proceso de liberación duró unos meses, pero puedo decir que ya no necesito la cocaína ni el alcohol, es más, ¡me da asco cuando lo huelo! Y no solo eso, sino que interiormente me siento bien, feliz, con paz, conmigo misma y con mi madre. ¡Ya no cargo con el lastre del pasado!”

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