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Traumas que solo un Dios Vivo puede curar

El abuso sexual es una de las experiencias emocionales más devastadoras y sus secuelas pueden durar toda la vida. Lany no había tenido una infancia feliz, pero los sueños de un futuro mejor se derrumbaron en su adolescencia cuando fue víctima de violación.

«Fui criada como un niño hasta que, a los 7 años, empezaron a decirme que era un niña, y eso me creo una gran confusión. A los 17 años me fui a vivir con mi hermana a Madrid, para buscar trabajo. Me sentía incómoda, no lograba habituarme a su manera de vivir, pero lo peor fue cuando su marido abusó de mi cuando ella estaba ausente. No fui capaz de contarle a mi hermana lo que me había pasado. Aún así, pensaba que la culpa era mía por no haberme ido antes de su casa. Sin embargo, me quedé embarazada de aquella violación y ella se enteró, y en vez de ayudarme, me echó de casa. Me vi en la obligación de abortar y en mi mente pensaba «cuando termine esto me voy a Murcia, y allí empezaré mi vida de cero», pero no fue así. Cuando llegué a Murcia me hundía en una depresión.

LOS TRAUMAS QUE ARRASTRABA Y EL RECUERDO DE LA VIOLACIÓN ERA UN PESO IMPOSIBLE DE CARGAR

No podía dormir, las pesadillas eran constantes. Me sentía como un monstruo y solo pensaba en la muerte y en matar a aquel hombre.

Me volví gótica, solo buscaba lo oscuro, me vestía de negro. Algo que representaba la oscuridad en la que me encontraba.

Una noche escuché un programa de radio del Centro de Ayuda Cristiano. Decidí ir porque no tenía nada que perder y poco a poco empecé a desear una transformación en mi interior. Acudía siempre a las reuniones de liberación hasta que hasta que me liberé completamente.

Ahora soy una joven libre de los traumas y del odio. Perdoné a mi hermana y a su marido y vencí todos los complejos. Nací de nuevo, estoy llena de la presencia de Dios y solo tengo ganas de vivir y de ayudar a otros», relata Lany.

Lany Isabel Aruquipa

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