Para muchas personas, muchas cosas parecen imposibles. Los desafíos de la vida, las limitaciones humanas y las circunstancias adversas llevan a muchos a la desesperación y la incredulidad. “¡Es imposible!”, exclaman, y si no lo dicen, lo piensan. La cuestión es que creer que algo es imposible puede llevarnos a la frustración y desanimarnos de buscar la felicidad.
Los imposibles varían de persona a persona. Para algunos que padecen insomnio desde hace meses o años, tener un sueño reparador todas las noches “es imposible”; para otros, salir del círculo de pobreza en el que nacieron y escalar hacia una vida cómoda y abundante, “es imposible”; para otros, superar una enfermedad devastadora y letal, después de meses de tratamientos y un diagnóstico final desalentador, “es imposible”. Y qué decir del sueño sentimental que tantos han querido cumplir, pero tras numerosos intentos frustrados, llegan a la conclusión de que el amor verdadero no existe y que “es imposible” ser feliz con una pareja para toda la vida.
En nuestra esfera humana, nos enfrentamos continuamente a lo improbable y lo imposible porque estamos limitados por nuestros sentidos, nuestra naturaleza, nuestras vivencias y nuestra lógica. Sin embargo, todo cambia cuando elevamos nuestras limitaciones a la esfera espiritual y le damos valor a la Palabra de Dios, a las promesas del Creador, a Aquel que ha hecho todo lo que existe de la nada, solo con el poder de Sus palabras.
“Todas las cosas son posibles para el que cree” (Marcos 9:23).
Dios, a través de Sus promesas, desafía nuestros límites y nos lleva a creer que todo es posible por medio de Su poder, que es ilimitado. Tu imposible se puede volver posible si lo confrontas con la Palabra de Dios, pues Él es Especialista en imposibles y milagros. Si estás preparado para enfrentar tus imposibles con Dios, Él está listo para hacer milagros en ti.
Parecía imposible superar la enfermedad
Cuando Lafayette entró por las puertas del Centro de Ayuda Cristiano, ya estaba cansado de perder. Había perdido familia, patrimonio, empleo… pero sobre todo la paz. Se deprimió y se entregó a la bebida, pero el momento más decisivo de su vida llegó con una terrible enfermedad.
“A raíz de unas malas decisiones, terminé perdiendo mi matrimonio y a mis hijos. Caí en depresión y no podía dormir. Empecé a tener relaciones mundanas y me sumergí en el alcohol. Bebía tanto que llegué a perder el carnet de conducir, y debido a eso me quedé sin empleo, sin sustento, porque trabajaba como conductor. Sabía que solo Dios me podía sacar de aquello y decidí ir a la iglesia. Entendí que debía cambiar y que, lo que más necesitaba, era nacer de Dios, recibir el Espíritu Santo. Me bauticé y saqué de mi vida a todas las personas que no me aportaban nada. Me definí delante de Dios. Asistiendo a las reuniones fui cobrando fuerzas y logré recuperar mi carnet de conducir.
Pero fue justo en ese tiempo que me diagnosticaron una enfermedad. Tenía mieloma múltiple, un tipo de cáncer raro en la sangre, en un estado avanzado. Los médicos me dieron 3 meses de vida. Sin embargo, no me desesperé, pues tenía la certeza de mi salvación.
Ingresé en el hospital para llevar a cabo un mes y medio de tratamiento, a sabiendas que el tratamiento solo podría alargarme un poco la vida, porque lo mío, según la medicina, ya no tenía cura.
Pero yo confié en Dios, sabía que nadie me podía ayudar en aquel momento excepto Él, por eso pedí que nadie me visitara. Me dije, si Dios me quiere llevar estoy salvo, y si es para vivir, es para glorificar Su nombre.
Doblaba las rodillas para orar y Dios me daba paz, tenía la certeza de que estaba curado, aunque los exámenes aún reflejaban que estaba enfermo. A mi lado había otros pacientes, y se sorprendían de verme tan tranquilo. Días después los análisis empezaron a salir bien y los médicos se quedaron asombrados cuando vieron que el cáncer había desaparecido totalmente.
Solo me quedé en el hospital 16 días. Me fui a casa y pocos días después recibí el Espíritu Santo. Dios curó mi interior, me he vuelto a casar y mi esposa y yo servimos a Dios. Puede pasar lo que sea, pero de la presencia de Dios, nadie me saca”, concluye.
Lafayette Bueno Días