Orar juntos en familia es una de las cosas más valiosas que podemos hacer por nuestro hogar. Esta actitud no solo fortalece los lazos emocionales, sino que también trae paz y certeza de que Dios cuida de todo el núcleo familiar. Constituye un acto de humildad y dependencia de Dios, pues al orar estamos reconociendo que necesitamos Su ayuda y que confiamos en Su poder. Además, fomenta la comunicación abierta y sincera entre los miembros de la familia, al poner en oración las preocupaciones e inquietudes de cada uno.
Otro de los múltiples beneficios de orar en familia es que nos enseña a perdonar y a reconciliarnos con aquellos que nos han herido o decepcionado, pues la oración ablanda el resentimiento y el orgullo del corazón. Nos enseña a ser más comprensivos, empáticos y tolerantes con los demás y sus errores.
“Además os digo, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Mateo 18:19-20
Quizás nunca se ha orado en tu familia y, aunque te gustaría comenzar, no sabes cómo hacerlo. ¡Puedes empezar este domingo en tu Centro de Ayuda Cristiano más cercano a tu hogar! Todos los domingos a las 10 de la mañana, realizamos un clamor en favor de todas las familias para que Dios transforme el corazón de los familiares y les ayude a superar todos sus conflictos.
"Vivía en el parque con mis hijos"
Elizabeth sufrió mucho en su vida sentimental, al punto de ser abandonada por los padres de sus hijos. Terminó en la miseria, pernoctando con sus hijos enfermos en parques y comiendo de lo que encontraba en las papeleras. No veía salida posible a su situación ni nadie que le extendiera la mano, hasta que se dio cuenta de que lo único que necesitaba para salir a flote era la mano de Dios.
“El padre de mi hijo pequeño nos abandonó y como yo no podía trabajar por no tener documentos, nos vimos viviendo en la calle. En tres meses nos recorrimos todos los parques de Hospitalet”, asegura. “Era tanta la miseria que para dar de comer a mis hijos rebuscaba en las papeleras pan duro y lo mojaba con agua de la fuente.”
Pero ella no solo se enfrentaba a la miseria, sino también a la enfermedad. “Los médicos me dijeron que mi hija no crecería debido a un problema en su desarrollo y que mi hijo tenía los huesos como plásticos y que no lograría andar. Él entonces tenía 3 años y no caminaba, solo se arrastraba por el suelo. Fue muy duro”, reconoce.
En el propio parque, donde asegura solo veía oscuridad, encontró esperanza a través de una revista del Centro de Ayuda Cristiano. “Los testimonios me llamaron mucho la atención y decidí ir. Allí el pastor me dijo que para los hombres podría ser imposible pero no para Dios. Yo creí y me aferré a Él, y empecé a obedecer a la Palabra de Dios, que me daba fuerza y aliento de vida, porque antes lo veía todo negro.”
Las cadenas de oración de los martes por la salud, los viernes por la liberación y los domingos para buscar la presencia de Dios, fueron muy importantes para conseguir el cambio que perseguía. “Mis hijos fueron curados, yo me liberé interiormente de toda la amargura y poco a poco alcancé una vida digna, con un buen trabajo y un piso para mí y mis hijos. Conocí la felicidad y el amor, y tengo un hogar que es un pedacito del cielo. Solo puedo agradecer por todo lo que Dios ha hecho, hace y aún hará en mi vida”, finaliza feliz.
Elizabeth Campos