ESTE RÍO NOS ENSEÑA ALGO EXTRAORDINARIO SOBRE UNA ACTITUD QUE DEBEMOS TOMAR

El río Jordán, que nace en el Monte Hermón y tiene más de 200 kilómetros de longitud, delimita la frontera entre Israel y Jordania. Es vital para el suministro de agua en la región, favoreciendo la agricultura y el turismo.

Testigo de grandes milagros

A pesar de la aridez circundante, muchos tramos del Jordán son exuberantes y considerados como “el jardín del Señor” (Génesis 13:10). Este río ha sido testigo de milagros significativos, como la sanación de Naamán, un capitán sirio que fue curado al bañarse siete veces en sus aguas, obedeciendo al profeta Eliseo. El mayor milagro perdura El Jordán también fue crucial para llegar a la Tierra Prometida, donde Dios dividió sus aguas para que el pueblo cruzara en seco. Además, Juan Bautista predicó el bautismo en sus márgenes, simbolizando arrepentimiento y nueva vida (Mateo 3:11). Jesús se sumergió en el Jordán para dejarnos un ejemplo.

¿Pero qué tiene que ver el río Jordán contigo?

Necesitamos descender Como cristianos, necesitamos “descender” espiritualmente hablando, es decir, ser más humildes y estar dispuestos a arrepentirnos, actitudes esenciales para alcanzar la salvación. Reconocer nuestras debilidades y nuestra necesidad de un Salvador abre el camino a una vida nueva (Hechos 2:38-39).

Una diferencia importante

El Jordán fluye hacia el Mar Muerto y el Mar de Galilea. El Mar de Galilea, con agua dulce, alberga vida, mientras que el Mar Muerto, salado, no permite vida, ya que retiene el agua que recibe.

Este contraste nos recuerda que debemos permitir que la vida fluya a través de nosotros, buscando siempre a Dios como Fuente de Vida: “Si alguno tiene sed, venga a Mí, y beba… de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38).

Esta conexión con Dios nos ayuda a evaluar nuestras acciones: “El amor verdadero de Dios es dar sin esperar nada a cambio”.

El Jordán en nuestras vidas

El Jordán nos enseña que una nueva vida es posible con Dios, donando y dando fruto como un árbol plantado junto a corrientes de agua (Jeremías 17:8). Dios, como Fuente de Aguas Vivas, nos permite florecer en tiempos difíciles. El bautismo en el Jordán representa el inicio de una vida de fe que renuncia a deseos personales para vivir según las promesas de Dios. Te invitamos a que participes en una de nuestras reuniones para que puedas transformar tu vida en Dios, como lo han hecho muchos. Conoce la historia de Sol y Jeremías.

“FUE COMO VIVIR UN DUELO”

Antes de llegar al Centro de Ayuda Cristiano, Sol y Jeremías tenían una vida destrozada. “Llegué con traumas profundos. El divorcio de mis padres fue muy duro, y sufrí un abuso cuando era niña”, contó Sol. Jeremías, por su parte, se había involucrado en drogas y mentiras. “Tenía una vida destruida, rodeado de malas amistades, sin estudios ni trabajo. Mentir era algo normal para mí, y todo esto me llevaba por un mal camino”, compartió Jeremías.

Al conocer el Centro de Ayuda Cristiano, la vida de Sol comenzó a cambiar. “Llegué motivada por el testimonio de mi padre, quien fue liberado de vicios y problemas de salud, como la psoriasis que tenía en la mano, que desapareció, y se volvió un hombre fuerte, lleno del Espíritu Santo. Eso despertó mi fe. Al hacer votos, cadenas y campañas de Hoguera Santa, Dios me bendijo en todo: fui liberada, y mi vida económica, estudios y noviazgo fueron restaurados”, concluyó Sol.

Jeremías también transformó su vida.“Conseguí buenos trabajos en París y estudié en una de las mejores universidades de Londres. Dios también me dio una familia, algo muy importante para mí”, explicó.

Luego se casaron y, tres años después, Sol se quedó embarazada pero el bebé no sobrevivió. “En la ecografía no escuchábamos el latido. Fue como vivir un duelo”. Sol llevaba el peso del dolor y la culpa. “Fue difícil porque, siendo personas de Dios, no entendíamos por qué nos pasaba esto. Le preguntaba a Dios qué había hecho mal. Después de meses, decidimos luchar nuevamente. Mi esposo compró un biberón, y comenzamos a orar y a participar en campañas, pidiendo la presencia de Dios y perseverando con votos y ayunos. Así logramos superar el duelo, y Dios nos respondió”.

Aunque los médicos le dijeron que era poco probable que quedara embarazada de nuevo, Sol lleva 8 meses de embarazo y es feliz junto a su esposo, Jeremías.

Sol y Jeremías

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