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6º – La baja autoestima de Gedeón

Al principio, en su conversación con el Ángel, Gedeón fue positivo y determinado cuando manifestó su indignación contra la situación de su pueblo. Pero inmediatamente después de ser escogido para salvar a Israel, retrocedió. Parece que el peso de la responsabilidad lo hizo despertar, y comenzó a usar sus limitaciones físicas como excusa: “Oh, mi Señor, ¿cómo puedo salvar a Israel? ¡No tengo ejército, armas, dinero, nada! La situación económica de mi familia es muy mala. ¡Somos los más pobres de la tribu de Manasés, y soy el menor de la casa de mi padre! ¿Quién soy yo?”.

A pesar de su noble ascendencia, siendo que Manasés era el primogénito de José, hijo de Jacob, la familia de Gedeón aún era la más pobre. El hecho de que José hubiera sido el segundo hombre más poderoso de Egipto no significaba nada para la familia de Gedeón, incluso porque él estaba viviendo en Canaán y no en Egipto.

Como si eso no bastara, además era el menor en la casa de su padre, no en altura física, sino en importancia.

Resumiendo: Gedeón era el menor de los menores. En toda familia existe quien se destaca y quien pasa desapercibido. Gedeón era simplemente el último…

Sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; para que nadie se jacte delante de Dios.

1 Corintios 1:27-29

Su carácter modesto y humilde, a pesar de fuerte y determinado por dentro, es una característica que resalta en el perfil de los escogidos por Dios. Por eso, el Señor le dijo, en otras palabras: “Yo estoy contigo… ¡ve adelante! ¡Vas a herir a esa multitud de madianitas como si fueran un solo hombre!”.

Esta promesa fue suficiente para animarlo, pero no al punto de llevarlo a actuar inmediatamente, pues Le pidió a Dios una señal.

Es importante enfatizar que Gedeón mostró indignación delante del Señor por la situación en la que se encontraba su país, y tenía plena certeza de que aquella no era la voluntad de Dios. Sin embargo, delante de su posición insignificante, era difícil para él creer cien por ciento en su llamado. Por eso, pidió señales…

¡Es lo que sucede con la mayoría de los cristianos! Creen que Dios hace hoy lo que hizo en el pasado; creen en las maravillas que Dios hizo en la vida de otras personas que cuentan sus testimonios, pero aún les dan lugar a las dudas en sus mentes. No dudan del poder de Dios, claro, ¡pero dudan de que Él los haya escogido también!

Dicen:

  • No, esto no es para mí…
  • No lo merezco…
  • Mi destino es sufrir…
  • Mi destino (mi fracaso) está escrito en las estrellas…
  • Estoy siendo probado…
  • Esta es mi cruz…
  • No tengo suerte…

Voy a repetirlo: el mayor problema de las personas son los pensamientos de inferioridad o preconcepto que tienen sobre sí mismas.

Con palabras y pensamientos demoníacos, construyeron barreras de acero a su alrededor; y, cuanto más confiesan este tipo de pensamiento, más difícil es que esas barreras se rompan, pues desarrollaron preconceptos e ideas negativas contra sí mismas. Por ese motivo, llegan a conclusiones necias, pensando que Dios es bueno y grande solo para los demás. Los estudiosos lo llaman baja autoestima. Y este modo de pensar impide la acción del Espíritu Santo dentro de la persona.

En los pensamientos de Dios, encontramos esta enseñanza:

El que observa el viento no siembra, y el que mira las nubes no siega.

Eclesiastés 11:4

Gedeón también manifestó la misma baja autoestima de Moisés y Jeremías. Cuando fue llamado, la respuesta de Moisés a Dios fue: “¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los hijos de Israel de Egipto?” (Éxodo 3:11). “¿Y si no me creen, ni escuchan mi voz? Porque quizá digan: No Se te ha aparecido el Señor” (Éxodo 4:1). “Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a Tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Éxodo 4:10). “Te ruego, Señor, envía ahora el mensaje por medio de quien Tú quieras” (Éxodo 4:13).

Delante de tantas excusas, “Se encendió la ira del SEÑOR contra Moisés”.

Fue así como Jeremías respondió a su llamado: “¡Ah, Señor Dios! He aquí, no sé hablar, porque soy joven” (Jeremías 1:6). Y la reacción inmediata de Dios fue: “No digas: «Soy joven», porque adondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te mande, dirás” (Jeremías 1:7).

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