Aceptar a Jesucristo como nuestro único Señor y Salvador implica algo más que una simple decisión mental. Aceptar, en el sentido bíblico, significa creer, confiar y seguir. Muchos son los que dicen haber aceptado al Señor Jesús, pero su vida no se corresponde con la decisión tomada. Cambian Su nombre por otro, no depositan su fe en Él, dicen que todos los caminos llevan a Dios, se someten a los “santos” y depositan toda su confianza en ellos, incluso dicen que Dios es bueno y que el diablo no es tan malo, pero en realidad están haciendo la voluntad de Satanás.
Tales personas no pueden ser liberadas si proceden de esa manera, ya que Dios no es un Dios de confusión. El verdadero seguidor de Jesús no puede estar entre el sí y el no. No puede estar entre dos pensamientos ni puede servir a dos señores. Esto es absurdo a los ojos de Dios. Nadie puede estar en la luz y en las tinieblas al mismo tiempo porque la luz disipa las tinieblas.
Aceptar al Señor Jesucristo significa abandonar la vida antigua. Darle la espalda al pecado y someterse al Señor por medio de Su Palabra. Significa negarse a sí mismo, tomar su cruz e ir tras Él. Si haces esto, estarás preparado para todo, ya sea para enfrentarte a mil obstáculos o para resistir al mundo entero; todo te será posible.
Imagina que estás en un barco pequeño, naufragando en un mar tempestuoso, y que no hay nadie a tu alrededor que te pueda ayudar. Pero, de repente, aparece alguien en un barco grande y fuerte que te auxilia. Obviamente estarás seguro aunque no conozcas a la persona que te rescató, y le estarás siempre agradecido de que te salvara de una muerte segura. Así hace el Señor Jesús con nosotros. Aunque alguien no le conozca bien, su mano siempre está extendida para librarle de la muerte. Acéptalo como tu Señor y Salvador y agárrate a Su mano para ser liberado totalmente.