Conversión y nuevo nacimiento

“…Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo y después a todos los apóstoles. Por último, como a un abortivo, se me apareció a mí.”1 Corintios 15:3-8

Si analizas con atención el pasaje bíblico, verás que el Señor Jesús no se les apareció a todos los que se decían cristianos. Con excepción de los apóstoles, apenas 500 personas aproximadamente, Lo vieron después de la resurrección. Ahora bien, ¿Dios no quiere manifestarse y salvar a todos?¿Sus bendiciones no son para todos? No hay ninguna duda en cuanto a eso, pues la muerte del Señor Jesús en la cruz no fue solo para algunos, fue para toda la humanidad. Sin embargo, sólo pueden disfrutar de los beneficios del Calvario y del perdón de Dios aquellos que perseveran en el Evangelio y permanecen firmes en la fe.

Cuando el Señor Jesús fue arrestado y crucificado, muchos se dispersaron; había personas que creían en Él sólo cuando estaba todo bien y sin problemas. Es justamente eso lo que sucede hoy en día, pues a muchos cristianos les gusta la iglesia, ven los programas evangélicos en la Televisión, les gustan los mensajes, encuentran las canciones y oraciones muy bonitas; están enamorados del Señor, pero sólo cuando está todo en calma, no vienen las persecuciones, y tribulaciones no se levantan. Tales personas no están convertidas al Señor Jesús, pero sí convencidas de una fe que, en realidad, no es verdadera.

El hecho de estar en la iglesia no es señal de una real conversión al Señor Jesús; no podemos ser seguidores de lejos, a semejanza de la multitud que Lo seguía. Muchas personas aún no se «casaron» con Él; entonces aún están en la fa de «novios»; se encuentran con el Señor Jesús de vez en cuando, pero aún están en la fase de «novios»; se encuentran con el Señor Jesús de vez en cuando, pero aún no conquistaron la salvación; no asumieron en la fe y no tuvieron un encuentro real y verdadero con el Espíritu Santo.

Si alguien se encuentra en esta situación, es necesario tomar una decisión en tu vida. No puedes quedarte en la cima del muro, porque, si no tienes un encuentro con el Señor Jesús, cuando vengan las luchas y los problemas, no resistirás y terminarás por abandonar la fe. En el momento en que nos convertimos, cesa la preocupación por el mañana, pues aprendemos a buscar en primer lugar el Reino de Dios, sabiendo que todo lo demás nos será añadido. El Señor Jesús nos dijo:

«El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amada por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a Él.» Juan 14:21

Nicodemo, uno de los principales de la sinagoga, buscaba al Señor Jesús en el silencio de la noche, para no ser visto por nadie, no comprometer su posición social y no volverse motivo de escarnio por parte de sus compañeros. Son, infelizmente, aún muchos los que van a la iglesia escondidos de sus amigos o familiares por no ser criticados o perseguidos a causa de su fe. El Señor Jesús, sin embargo, nos dijo:

“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” Mateo 10:32-33

No podemos avergonzarnos de Jesús, porque, o somos de Él y asumimos eso, o no tenemos parte con Él. Nicodemo, impresionado con las señales que el Señor estaba realizando y observando Sus obras, llegó a la conclusión de que realmente nadie podría hacer todo aquello si Dios no estuviera con él. Reconoció a Jesús como el Maestro, diferente de los demás, y quería que el Señor le aclarase más sobre el Reino de Dios.

Sólo ese reconocimiento, entretanto, no era suficiente. De la misma forma, muchas personas abandonan los ídolos de palo y de piedra, dejan los guías, los centros espiritistas y no se prostituyen más, ya no viven más en pecado, pero no están convertidas. Fue eso lo que el Señor Jesús explicó a Nicodemo, cuando le habló de la importancia del nuevo nacimiento:

“Le respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.» Juan 3:5

Para que nuestra vida pueda ser una verdadera bendición de Dios es necesario ese nuevo nacimiento. El agua representa el bautismo en las aguas, el sepultamiento de la naturaleza pecaminosa de la cual hace parte el carácter humano y, después del bautismo, el cuerpo del pecado muere.

El bautismo, sin embargo, no es una fórmula mágica y no sirve para resolver problemas; es una decisión personal de someterse enteramente al Señor Jesús, y ésa no es una actitud para cualquier persona, pero sí para aquellos que quieren vivir una vida separada para Dios. Debe ser una actitud consciente, para que la persona, después de ya estar en la Iglesia y, hasta aún, ocupando una responsabilidad en la Obra del Señor Jesús, no venga a dar lugar a las obras de la carne y peque contra Dios.

Muchos se bautizan en las aguas influenciados por alguien o también por emoción, pero la vieja naturaleza y los viejos deseos continúan vivos dentro de ellos; el bautismo no tuvo ningún efecto, no tuvo ningún valor. Si sientes que el bautismo que tuviste aconteció en un momento en cual no estaba preparado para asumir un compromiso con el Señor Jesús, y no tuvo su vieja naturaleza totalmente sepultada, necesita pasar nuevamente por las aguas, para que desde esa vez tome una actitud consciente y tenga, realmente, un nuevo nacimiento. Esa es la única manera de mantener muerto su “yo” y para que el pecado no tenga más dominio sobre ti.

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