El corazón es la fuente de la vida o de la muerte, dependiendo en dónde esté puesto. El Señor Jesús dijo: “Porque donde esté vuestro tesoro allí también estará vuestro corazón” (Mateo 6:21).
Cuando hablamos del corazón, no nos referimos al órgano o al sentimiento llamado amor, el corazón del cual hablamos representa la vida. Cuando Dios quiere nuestro corazón, en realidad está queriendo nuestra vida.
Cuando la persona deposita su corazón en alguien, y este alguien se va, el corazón se va junto con ese alguien; la vida también se va. Un ejemplo de eso es cuando la persona coloca el corazón en un automóvil y se lo roban. Se queda desesperado, pues su vida estaba en el auto. Si el corazón está en un hijo y éste se desvía hacia el mal, la vida de la persona se termina.
En donde está tu tesoro, ahí estará su vida; si su tesoro es el Señor Jesús, entonces su vida es de Él. El rey Salomón dijo:
“Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque de él mana la vida.” Proverbios 4:23
Cuando colocamos nuestro corazón en Dios, con sinceridad, todas las cosas nos son añadidas. Por eso el Señor Jesús nos advirtió acerca de la ansiedad:
“No os angustiéis por vuestra vida…” Mateo 6:25
“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:33
Deposita tu corazón en el Altar, junto con todas sus ansiedades y problemas. El Señor Jesús dijo:
“Venid a mi todos los que estáis trabajando y cargados, y yo os haré descansar.” Mateo 11:28
Coloque su corazón cansado, sobrecargado y oprimido a los pies de Jesús; Él te dará un nuevo corazón, sensible a Su voz, pues Él sólo puede comunicarse con nosotros a través de nuestro corazón. Tenga también un encuentro con el Maestro de los maestros y ten la certeza: corazón nuevo, vida nueva.
Un texto bíblico ha hablado mucho a nuestro corazón, y tengo la seguridad de que hablará al corazón de todos los que desean recibir una nueva vida.
En Isaías 29:13-14 está escrito:
“Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado; por eso, he aquí que nuevamente excitaré yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso, porque perecerá la sabiduría de sus sabios y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.”
La Palabra de Dios, aquí nos habla respecto de las personas que asisten a la iglesia, oran, ayunan, en fin hacen lo que su brazo les permite. El corazón, todavía, aún permanece lejos del creador. Dios no mira nuestro exterior: El mira el interior, nuestro corazón, y Se agrada de su sinceridad.
Aquel cuyo corazón está en las manos de Dios es protegido por Él, pues ¿quién se atreverá a tocar algo que está en las manos de Dios? ¿Quién tiene poder para eso? Cuando la persona tiene el corazón según el corazón de Dios, nada hay en este mundo que pueda destruir su vida.
Muchos son los que participan asiduamente a nuestras reuniones, pero no se convierten nunca, pues el corazón está atado a las cosas de este mundo. Dios no puede actuar en esas vidas. El corazón tiene que estar totalmente en Dios, así, existe amor por los semejantes, mucho más que antes.
En la cruz del Señor Jesús, comprobamos que el madero vertical representa la sintonía entre el hombre y Dios; el horizontal, la relación de los hombres con sus semejantes. El Señor Jesús dijo:
“Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen.” Mateo 5:44
¿Quién puede amar a un enemigo y orar por los que le persiguen, no siendo aquel cuyo corazón está en Dios?
Nosotros, sin embargo, permanecemos orando por aquellos que nos persiguen; continuamos perdonando a aquellos que nos odian. La capacidad no es nuestra, pero el Espíritu Santo nos dio un corazón para eso. Si no tuviésemos un corazón nuevo, de ninguna manera tendríamos el coraje de orar por aquellos que atentan contra nosotros. Es así que tiene que suceder.
Si estás acudiendo a la iglesia, pero aún no entregó el corazón a Dios, el corazón mismo continúa viejo, o sea, continúas con una vida vieja. Ahí está el fundamento del problema. El nuevo corazón, al contrario, nos da una vida nueva. A partir del momento en que entregas tu viejo corazón a Dios, y Él te da uno nuevo, pasas a tener una vida nueva, tus problemas comienzan a ser resueltos paulatinamente, de acuerdo con el desarrollo de tu fe.