El 2021 ha sido, para mucha gente, un año lleno de problemas, fracasos, pérdidas y carencias. Un año para olvidar. El 2022 comienza y con él crecen las expectativas de que este será mejor que el anterior. Sin embargo, no sirve solo con desearlo. Para que este nuevo año traiga consigo una nueva vida, llena de felicidad y bendiciones, tenemos que tomar una importante decisión: obedecer la Palabra de Dios.
Hay muchos cristianos que viven en la miseria y endeudados, otros padecen depresión e insomnio. ¿Por qué? Simplemente porque no obedecen la Palabra de Dios. “Tenemos que ser conscientes de que cosechamos lo que sembramos. Si sembramos fe, obediencia a la Palabra de Dios, Él podrá actuar y bendecirnos. Si no obedecemos, no podremos cosechar los frutos de la obediencia. Es cuestión de lógica. Dios es Padre y quiere lo mejor para nosotros, pero hay algo que Él no puede hacer por nosotros: nuestra parte. Y nuestra parte es obedecer Su Palabra, aunque nos cueste”, decía el obispo Paulo el pasado domingo tratando de enseñar a las personas que su futuro dependerá, exclusivamente, de su decisión de practicar o no la Palabra de Dios.
Así como el cambio de año para nosotros simboliza el inicio de una nueva época, también el pueblo de Israel comenzaba una nueva etapa de su historia cuando se adentraron en la Tierra Prometida. Dios, en aquel momento, les dio una orientación para que todo les fuera bien: “Guardad, pues, todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis fortalecidos…” (Deuteronomio 11:8).
Los mandamientos son la Palabra de Dios y guardar significa practicar. Entonces, cuando practicamos la Palabra de Dios, estamos en Su abrigo y nada puede hacernos daño. Aunque el mal intente atacarnos, no podrá destruirnos.
Mucha gente empieza bien. Usan la fe en un momento determinado, como en la Campaña de Israel, pero no perseveran en la fe. Para permanecer firme, uno necesita entregarse, poner a Dios en primer lugar y procurar obedecer la Palabra de Dios en todo momento, aunque no nos apetezca o nos cueste. Cuando adoptamos este estilo de vida, asumiendo la fe en Dios, Él nos bendice abundantemente en todos los aspectos.
“La tierra a la cual pasáis para tomarla es tierra de montes y de vegas, que bebe las aguas de la lluvia del cielo; tierra de la cual el Señor tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos del Señor tu Dios, desde el principio del año hasta el fin” (Deuteronomio 11:11-12).
“Dios es maravilloso. La tierra de Canaán, la Tierra Prometida, era una tierra que bebía las aguas del cielo y Dios cuidaba de ella siempre. Sus ojos estarían sobre ella todos los días, desde el principio del año hasta el fin. Lo que Dios quería decir al pueblo es lo siguiente: Si ustedes obedecen mi palabra, oyen mi voz, ustedes beberán las aguas del cielo. ¡Recibirán las bendiciones del cielo! Los ojos del Señor estarán sobre sus vidas todos los días del año. Desde el principio hasta el fin. Lo que usted decida hoy es lo que va a traer la bendición o la maldición sobre su vida. Es usted quien decide porque Dios ha dado a todos libre albedrío”, enseñaba el obispo.
“Si obedecieres cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando al Señor vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite” (Deuteronomio 11:13-14)
Que usted tenga una vida llena de paz, alegría y colmada de bendiciones es la voluntad de Dios, pero para ello debe tomar la decisión de amarlo y seguir lo que está escrito en Su Palabra. Depende únicamente de usted que este año sea completamente diferente. Depende de su actitud de fe, no de las circunstancias ni de las personas que le rodeen.
Pero no se olvide, así como por la obediencia atraemos las bendiciones de Dios, a través de la desobediencia atraemos el sufrimiento. Cuando haya sido muy bendecido, no se olvide de que Dios debe seguir siendo el primero:
“Guardaos pues que vuestro corazón no se infatúe y os apartéis y sirváis a dioses ajenos y os inclinéis a ellos y se encienda el furor del Señor sobre vosotros y cierre los cielos y no haya lluvia ni la tierra dé su fruto y perezcáis pronto de la buena tierra que os da el Señor”. (Deuteronomio 11:16-17).