“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre, os las he dado a conocer.”
(Juan 15:15)
Cuando obedecemos Sus palabras, somos considerados amigos de Dios. Los grandes hombres de fe fueron, por encima de todo, amigos de Dios. El propio Señor Jesús hizo de Sus discípulos Sus amigos. Andaba, Se sentaba a la mesa y oraba con ellos… es así como Dios nos ve, y es de esta manera que desea convivir con nosotros.
Nada está oculto a Sus amigos. Él no nos esconde nada. Una amistad es, sobre todo, una relación de compañerismo. Mantener ese compañerismo nos hace tener acceso a todas las cosas que el Hijo de Dios oyó del Padre, a fin de cuentas, también nos volvemos hijos. Hijos y amigos. No más amigos del mundo, que nunca nos dio nada bueno.
Amigo del mundo significa ser enemigo de Dios. Amigo de Dios significa ser enemigo del mundo. Si eres amigo de Dios, ¿quién prevalecerá como enemigo?
Cuando usas la herramienta llamada fe, te asocias automáticamente al Espíritu de Dios. Te vuelves compañero de Dios y Él Se convierte en tu proveedor. Él provee inspiraciones, dirección, fuerza, coraje, ánimo. Cuando oigo la voz del Espíritu Santo, cuando le doy atención a la inspiración que Él me da, ejecuto Su consejo y tomo posesión de lo que Él quiere que tome posesión.
Mantén este compañerismo para tener acceso a lo que el Hijo de Dios oyó del
Padre.