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Eloísa desafió su escepticismo y venció su enfermedad

El Lupus Erimatoso Sistémico es una enfermedad autoinmune que afecta gravemente a los huesos y a los órganos. Este fue el diagnóstico que los médicos dieron a Eloísa, una enfermera de profesión, en un momento muy duro de su vida. “En 2009 perdí a mi hija pequeña a causa de una enfermedad congénita, y un día de septiembre del mismo año, me desperté con todo el cuerpo paralizado. Días después me diagnosticaron Lupus Erimatoso Sistémico”, cuenta Eloísa.

La calidad de vida de Eloísa empezó a verse muy mermada, pues el tipo de lupus que padecía era muy diferente al lupus cutáneo. “Mi lupus era en la sangre y afectaba a los órganos vitales y a las articulaciones. Pasé por 17 operaciones en la columna vertebral porque la enfermedad consumía mis huesos, de hecho, tengo dos vértebras reconstruidas con hidrogel porque se habían desintegrado. Más tarde mis riñones empezaron a fallar y además de la quimioterapia me empezaron a hacer diálisis. Esta enfermedad empezó a atacar también el pulmón derecho, parte del corazón, el cerebro y los ojos. Es como un virus que se lo va comiendo todo”, relata la enfermera.

Los tratamientos a los que se sometió durante años no tenían el efecto deseado. Su estado de salud iba empeorando y el dolor iba en aumento. “Vivía muy medicada, prácticamente drogada. Para el dolor tuve que empezar a ponerme parches de morfina y tomar 6 pastillas de opioides al día, esto sin contar la medicación que tenía que tomar para el corazón, el riñón y el cerebro”, apunta.

En su hospital de referencia, el Gregorio Marañón, le dijeron que ya no podían hacer nada más por ella y la remitieron a la Fundación Jiménez Díaz. Allí siguió su tratamiento con quimioterapia y sesiones diarias de diálisis a sabiendas que aquello solo podía alargarle un poco la vida. Solo le quedaba esperar a que sus órganos colapsaran. “Necesitaba la ayuda de mi familia para hacer las cosas más básicas, ir al baño, vestirme, e incluso comer porque no tenía fuerzas ni para sostener un tenedor”, recuerda Eloísa su peor momento.

Aún así, ella nunca quiso dejar de cuidar de su apariencia. “Quería ocultar mi alopecia y uno de esos días busqué una peluquería por mi barrio para ponerme una peluca y fue así que conocí a Marcolina, una obrera del Centro de Ayuda Cristiano que me invitó a asistir a una reunión. Yo, que era enfermera y entendía todo lo que le estaba pasando a mi cuerpo, me resultaba difícil creer en lo que ella me decía, solo conseguía ver el punto de vista de la ciencia, pero al final decidí darme una oportunidad”.

Eloísa accedió a hacer una cadena de oración por su salud todos los martes en el Centro de Ayuda Cristiano a pesar de mostrarse un poco escéptica al principio. “En las reuniones empecé a comprender que Dios quería hablar conmigo a través de Su Palabra. Tuve varios conflictos, por una parte tenía las palabras clínicas y por otro tenía la Palabra de Dios que me prometía sanidad y vida en abundancia. Perseveré, hasta que un día hablé con Dios y le dije ‘Esto no lo aguanto más. No lo quiero. No sé que vas a hacer en mi vida Señor, pero esto no lo quiero más’”.

Después de aquella oración sincera, aquel mismo día, Eloísa empezó a percibir un cambio: tenía ganas de orinar, lo cual ya era un milagro en sí. “Aquella misma tarde hice unas gotas pero para mí era mucho. Empecé a sentir el estímulo del órgano”, recuerda. Aquel fue el principio de una recuperación completa. “Fue poco a poco. Seguía yendo a las reuniones y al hospital por las mañanas por si mi riñón necesitaba una ayuda extra de químicos. Ahora mi riñón funciona al 100% y también mi pulmón y mi cerebro. La degeneración macular también desapareció. Dios hizo el milagro en mi vida”, relata.

Eloísa llegó al Centro de Ayuda Cristiano hace menos de un año y siempre que da su testimonio pone los informes médicos que había estado acumulando en los últimos años a disposición de los más escépticos. “Tengo todo mi historial médico del Gregorio Marañón, de la Fundación Jiménez Díaz y del Hospital Universitarios de Navarra para demostrar la veracidad de mi testimonio, aunque sé que muchas personas no lo querrán ver. Mi caso aún está siendo estudiado por la medicina porque no se lo pueden explicar. Obviamente, solo tiene explicación a través de la fe”, finaliza.

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