Su espejismo de familia perfecta se desvaneció cuando se reunió con sus padres aquí en España. “Aquí me di cuenta de la realidad. Mis padres estaban a punto de divorciarse. Mi padre estaba en el paro y también le era infiel a mi madre. Yo también empecé a llevarme mal con mis hermanas, al punto de agredirnos físicamente”, recuerda.
Todo esto empezó a generar mucho nerviosismo en la joven, que no conseguía dormir ni encontrar su lugar en el mundo. “Mis noches eran horribles, tenía insomnio, pesadillas, veía sombras, no conseguía dormir con la luz apagada o sin una persona a mi lado que me diera seguridad. Después pasé a tener miedo también durante el día, cuando escuchaba algún ruido o veía algo moviéndose me desquiciaba y me ponía muy nerviosa”, confiesa.
Los tormentos espirituales la condujeron a situaciones extremas. “Intenté quitarme la vida, pero cuando me hice el primer corte en la muñeca, algo me dijo que no lo hiciera.” Su madre ya estaba orando por ella en el Centro de Ayuda Cristiano. Ella aceptó ir, pero al principio no creía que fuera a ayudarle en algo. “Es más, solo iba para criticar. Estuve así un año entero. Mientras tanto, yo seguía sufriendo con miedos, premoniciones y visiones. Sin embargo, cuando ya llevaba una semana sin dormir, tomé una decisión. Si Dios existía, me tenía que ayudar. Recibí la oración con el corazón abierto y humilde, y aquella misma noche dormí muy bien. Entonces entendí que aquello funcionaba” relata.
La joven, ahora ingeniera de recursos energéticos y explosivo, y que ostenta un buen puesto en una gran empresa energética, es grata a Dios por liberarla del tormento y por capacitarle para luchar por sus sueños. “Todo cambió cuando me enfoqué en el Espíritu Santo. Ya no iba a la iglesia a acompañar a mi madre, sino a escuchar y practicar. El Espíritu Santo me ha dado una fuerza tremenda, paz, unión y paz en mi familia. Es una prosperidad que empieza en el interior, porque sin Dios, aun teniéndolo todo, seguiría sin tener nada.”, finaliza.