El temor del Señor jamás será una realidad en nosotros mientras prevalezcan el egoísmo y las ambiciones personales. Es necesario que haya, de hecho y de verdad, una total renuncia de lo que queremos.
Además, ésta es la gran lucha que entablamos a cada instante; la vieja batalla entre la carne y el Espíritu, como el apóstol Pablo afirma:
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne, porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” Gálatas 5:16:17
1. David
La Biblia dice que “El Señor se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo…” (1 Samuel 13:14).
Como vemos, el Señor busca varones y mujeres para la realización de Su propósito; alguien en quien Él pueda confiar responsabilidades en este mundo. Esas personas, tan deseadas por Dios, deben ser temerosas de Él.
David fue una de esas personas, y más tarde tuvo el privilegio de probarlo en la ocasión en que fue perseguido injustamente por el rey Saúl: se rehusó a matarlo en dos oportunidades que Dios le concedió, porque consideraba que a pesar de estar endemoniado, Saúl era un ungido del Señor.
Que cada uno de nosotros esté con el corazón puesto en el Señor Jesús y que Él haga Su santa voluntad en nuestra vida.
2. Job
El libro de Job comienza así:
“Había en la tierra de Uz un varón llamado Job. Era un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.” Job 1:1
Job dispensa cualquier comentario al respecto de su carácter; su vida era gloriosa a los ojos de Dios. Cuando terminaban los banquetes que sus hijos promovían; él con cuidado paterno y espiritual, los santificaba (Job 1:5).
Ahí comprobamos el temor a Dios por parte de este hombre, lo que lo llevó a ser glorificado por el propio Dios delante del mal.
Observemos su comportamiento en los momentos de aflicción. No faltaron, por ejemplo, los amigos que le aconsejaron tomar las más diversas actitudes, entre las cuales la de abandonar a su Dios. La paciencia de Job sólo fue posible debido a su gran confianza en su Creador, a quien se mostró fiel en todos los momentos.
¡Analicemos nuestras vidas a la luz de la vida de Job, para que también podamos ser glorificados por nuestro Dios!
- El pecado y el perdón
- El carácter del perdón
El perdón es fruto de la acción del Espíritu Santo en nosotros. Una persona no puede perdonar a otra perfectamente si no hubiera de parte del Espíritu de Dios una acción directa en el corazón de la persona ofendida, capaz de convencerla a liberar de culpa o perdonar a quien la ofendió. Es verdad también que el Espíritu Santo, siendo agente del perdón, produce en nosotros el arrepentimiento, a través del convencimiento del pecado, librándonos de guardar odio, rencor o cualquier resentimiento de alguien.