Furia, rabia e irritación, todos estos son sinónimos de ira. Y es muy fácil identificarse con situaciones que generan este sentimiento, ya que puede surgir en diferentes momentos y lugares, en la rutina de cualquier persona.
Sin embargo, el error no está en enfadarse, sino en lo que se hace con ese sentimiento. Cuando está enojada, una persona tiende a tener actitudes inapropiadas. Por lo tanto, es necesario controlarse y no permitir que la ira crezca en el corazón.
«Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo.»
Efesios 4:26-27
Equilibra tus reacciones
El Espíritu Santo nos ayuda a equilibrar nuestras reacciones, y aunque nos enfademos, hace con que este sentimiento se desvanezca rápidamente.
Si estás enfadado, no debes permitir que las emociones tomen el lugar de la razón. Después de todo, la ira induce a la violencia, el dolor, el desprecio y la venganza. Por esto, el Consejo Divino es que nadie alimente este sentimiento en su ser, sino que lo apacigüe rápidamente, no permitiendo que dure más de un día. Esto te traerá paz a ti y a los demás.