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La palabra clave del éxito

La palabra clave del éxito

Hay un poder dentro de cada uno de nosotros capaz d cambiar cualquier situación, por más difícil que parezca. Ese poder es la clave del éxito. Durante estos casi 20 años que trabajo aconsejando personas que quieren cambiar de vida, ya he visto a muchas personas abatidas erguirse nuevamente, a muchos matrimonios destruidos ser restaurados, a mendigos convirtiéndose en empresarios exitosos, a personas deprimidas y desanimadas transformarse en profesionales felices y exitosos, simplemente aprendiendo a usar la fuerza de ese poder. No es magia, es algo que traemos dentro de nosotros, una herramienta que podemos aprender a manejar.

Suelo referirme a ese poder usando una palabra que hoy en día ya está desgastada y es malinterpretada, pero voy a explicarla para que usted entienda exactamente lo que quiero decir cuando la menciono en este libro. La palabra es «fe». Hoy en día, esta palabra se utiliza incorrectamente como sinónimo de «religión». La fe no tiene nada que ver con la religión. Realmente, no entiendo de dónde sacaron que «fe» y «religión» son lo mismo. Si lo fuera, la Biblia sería el primer lugar donde encontraríamos eso. Sin embargo, por lo contrario, es precisamente en la Biblia donde encontramos la descripción de la verdadera esencia de la fe: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11:1).

La fe es la certeza de cosas que todavía no existen. Es la convicción de lo que todavía es invisible. Es certeza transformadora. Todo empieza a cambiar por la fe. Si usted empieza un trabajo con la convicción de que logrará el mejor resultado, la probabilidad de obtener el resultado que imaginó es mayor que la de fracasar. En realidad, el riesgo de fracasar es prácticamente inexistente cuando usted actúa movido por esa convicción interior.

Hay personas que solamente con fe en sí mismas ya logran lo inimaginable. Muchas ni siquiera tienen religión, algunas ni creen en Dios, pero creen en sí mismas a tal punto que triunfan en el trabajo, ya que tienen una firme convicción de lo que esperan como resultado de su esfuerzo. Aunque no esté apoyada en un Ser Supremo y sobrenatural, capaz de hacer que lo imposible se vuelva posible en todos los ámbitos de la vida, aun así es fe y aun así materializa conquistas.

Sin embargo, tengo que ser honesto y hablar de lo que veo que funciona en la vida de quienes he aconsejado todos estos años. Cuando la fe no viene junto con una relación con Dios, no funciona de la misma manera. Incluso he visto recuperarse a personas que creían solamente en su trabajo, pero es como una casa construida cobre la arena: sin cimiento firme, tarde o temprano se derrumbará. Tal vez no completamente, pero un área u otra se termina desmoronando. La persona tiene éxito en la vida económica, pero no en la vida amorosa. O tiene éxito en el trabajo, pero no le va bien en la salud.

Sin embargo, cuando se combina la fe con una relación con Dios (con Dios, no con una religión), se produce una explosión de poder. Cuando está movido por ese poder, el ser humano es capaz de todo. Josué estaba en medio de una feroz batalla y no podía interrumpirla al caer la noche para reanudarla al día siguiente. No les podía dar a los enemigos tiempo para recuperarse. No aceptaba detenerse antes de ganar esa guerra. Entonces en el calor de la batalla, movido por esa fe sobrenatural, que rompe la barrera de lo imposible, Josué dio una orden:

«`Sol, detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón´. Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que el pueblo se hubo vengado de sus enemigos. ¿No está escrito esto en el libro de Jaser? Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero» (Josué 10:12-13).

Josué ni siquiera bía lo que estaba diciendo. Él pensaba que el sol y la luna eran los que se movían, entonces les dio la orden. ¡Les dio una orden a los astros, que no oyen ni piensan! Y logró el resultado que quería. La Tierra detuvo su rotación hasta que la batalla terminó. ¿Por qué? Porque, al dar esa orden, Josué tenía certeza de lo que esperaba. Esperaba que el día permaneciera claro hasta el fin de la lucha. Josué habló con el sol y la luna impulsado por la convicción de que vería lo que todavía no estaba viendo: vería al sol detenerse hasta el momento en que el último enemigo fuera derrotado. No importaba cómo iba a pasar, solamente importaba el resultado.

Si usted está psando por una guerra en su vida y tiene esa misma disposición que Josué manifestó, si tiene la certeza de que la luz permanecerá brillando en su vida hasta que haya vencido esa situación, no existe la más remota posibilidad de fracaso, porque usted luchará con toda su fuerza, teniendo certeza de la victoria. Sí, porque si Josué determinó que el sol se detuviera y la luna no apareciera hasta que el pueblo de Israel venciera la btaalla, era porque tenía certeza de que esa victoria vendría.

Otro ejemplo bíblico que prueba que la fe bíblica no es sinónimo de religión, sino de convicción, de profunda e inquebrantable certeza interior, lo ofrece el mismo Jesús. Ponga atención a esta historia:

«Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. y luego se secó la higuera. Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis» (Mateo 21:18-22).

Ese pasaje es muy claro. «Si tuviereis fe, y no dudareis» muestra exactamente qué es la fe: lo contrario a la duda. La fe es certeza. Pura y firme convicción. Jesús estaba diciendo que, si su fe no está manchada por la duda, usted es capaz de hacer cosas admirables. Y Él no dice que usted obtendrá todo lo que pida en oración, él dice que recibirá todo lo que pida en oración, creyendo. Si usted no cree, no recibe. Eso es pura lógica espiritual, sin religiosidad, sin sentimentalismo. Y creer es la actitud provocada por esa certeza.

En otra narración de esa misma historia, dice: «Por tanto os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Marcos 11:24). O sea, Él estaba diciendo que si al pedir en oración tiene certeza, plena convicción de que ya lo recibió, se materializará lo que pidió, porque se transportará al mundo de la fe, al Reino de Dios, quien del vacío hizo surgir un universo entero. ¿Y qué tiene que ver eso con religión? ¡Nada!

Pero, usted también puede preguntarme, ¿qué tiene que ver esto con nuestra vida? Sí, porque hasta ahora estamos hablando de retrasar la puesta de sol casi un día entero, de secar un árbol desde la raíz con una simple frase, cosas que nunca hemos visto ocurrir personalmente. Estos son ejemplos extremos de ese poder en acción en el pasado, pero ese poder continúa funcionando en nuestros días. Sin embargo, usted necesita aprender a activarlo en su interior.

Tal vez no necesite secar una higuera o no tenga fe para retrasar la puesta de sol, pero ciertamente enfrenta batallas apremiantes que debe vencer y situaciones que debe superar urgentemente. Tal vez haya notado que existe una barrera entre usted y lo que quiere.

Parece que lucha, lucha, pero no logra superarla. Esa es la barrera que existe entre el mundo físico, visible, y el mundo de la fe. Usted lo nota incluso por las palabras. Quien está en el mundo de la fe, solo abre la boca para decir cosas positivas, porque si la fe es la certeza de cosas que se esperan, usted debe tener mucho cuidado con lo que espera.

Si sus palabras son negativas, si siempre está esperando lo peor usted se está boicoteando. Piénselo bien, ¡usted cree que pasará lo peor y además lo declara! Eso es fe usada negativamente, para alimentar dudas. La duda alimentada se convierte rápidamente en duda concretada. Ese es el camino más rápido para interrumpir el desarrollo de una persona. O sea, ¡usted está usando su mayor poder interior contra sí mismo! Está saboteando sus esfuerzos con sus propias palabras. Con ese tipo de autoboicot, ni necesita enemigos.

Si se pone a pensar en cuántas veces hizo eso, se dará cuenta de que ese poder existe dentro de usted y que es muy , muy fuerte. Tanto es así que ha ayudado a mantenerlo en el fondo del pozo. Es como si tuviera una espada muy afilada y decidiera luchar con ella tomándola por el filo. Sus manos están del todo lastimadas y usted cree ingenuamente que tiene mala suerte y que todo le sale mal, ya que ha sido herido y ni siquiera puede defenderse. ¡Mira la espada poderosa que tiene sus manos! Esta es su oportunidad de aprender a usarla.

Jesús habló con una higuera. ¿Una planta tiene oídos? Josué habló con el sol y con la luna. ¿El sol y la luna tienen oídos? Todo tiene oídos para la fe. Cuando el ciclista estadounidense Lance Armstrong comenzó una batalla contra un cáncer agresivo que afectó sus testículos, sus pulmones y su cerebro, los médicos dijeron que la probabilidad de que sobreviviera era baja. en lugar de observar esa situación, llorar y desistir, Armstrong tuvo una actitud sorprendente. Las dos frases que le dijo a un amigo muestran claramente en qué eligió creer.

«El cáncer eligió a la persona equivocada». Y: » cuando el cáncer estaba caminando por ahí en busca de un cuerpo para vivir, cometió un gran error al elegir el mío». Eso es fe en su más pura esencia. ¿Se imagina? Decirle a un tumor maligno que parece estar ganando la batalla: «cáncer, ¡elegiste al cuerpo equivocado!». ¿Y decir eso con tanta certeza, con tanta convicción, con tanta indignación al punto de cambiar las probabilidades a su favor? La cura de Lance Armstrong fue sorprendente. Pero no ara quien conoce el poder de la fe.

¿Usted tiene fuerza para decir: «¡quiebra, elegirse a la empresa equivocada!»? ¿Usted tiene fuerza para decir: «¡deuda, elegiste a la persona equivocada!»? ¿Tendría fuerza para decir lo que dijo ese hombre? Si dice creer en Dios, la respuesta debería ser «¡sí!». ¡Sin duda! Porque si alguien dice tener fe en Dios, pero ante la primera dificultad duda, debería sospechar que algo anda muy mal con esa fe que dice tener. Porque no tiene ningún sentido creer en Dios y vivir en la duda.

Siempre existirán dificultades y cabe a usted definir cuál será su reacción cuando se presenten. No siempre lo que determinamos viene en el volumen que queremos o en el momento en que lo queremos. Soy sincero con usted, ya he visto a muchas personas determinar y creer, pero recibir de forma más lenta de lo que esperaban. Pero las posibilidades de vencer si está determinando son muchas más que las oportunidades de que una persona negativa venza.

¿Por que´es mucho más fácil creer que las cosas no van a salir bien? ¿Por qué su primer impulso es hacer un inventario de las dificultades, enumerado todas las razones que existen para que su negocio no prospere, o para que su matrimonio termine o para que usted nunca obtenga un ascenso? Como dije, también es un tipo de fe pero una fe negativa, que trae frutos negativos. Si sabe usar las palabras, cosechará el fruto de lo que está diciendo. Piense bien en lo que sale de su boca.

Y no piense que, por haber vivido una vida negativa, está condenado a ser así para siempre. ¡No! Eso es simplemente una cuestión de hábito y, como ya explicamos en este libro, los hábitos pueden cambiarse. Basta querer y trabajar todos los días para eso, hasta que se convierta en parte de usted. Puedo estar muriendo, pero digo que voy a lograrlo. Puedo estar en el fondo del pozo, pero sigo diciendo que voy a llegar adonde quiero. Es una cuestión de fe. Es mi fe. Eso ya está dentro de mí. Tuve suficientes experiencias con esa fuerza y esa manera de pensar. Y digo, sin miedo a equivocarme, que me mantengo vivo por pensar de esa manera.

Cuando la persona tiene esa fe, su espíritu es fuerte. Ella dice: «cáncer, ¡elegiste el cuerpo equivocado!». «Vicio, elegiste la casa equivocada». Ella logra sacar fuerzas de donde no existen. Cualquiera caería, cualquiera se derrumbaría, cualquiera se entregaría, pero como la persona posee esa fe, tiene una fuerza superior. Eso hace que solo abra la boca para decir cosas que la levanten.

Ahora, imagínese a usted diciendo que tiene fe y a Dios observándolo en estado de desesperación. ¿Qué tipo de fe es esa? ¿De qué sirve esa fe? ¿La certeza de que el Dios Todopoderoso está con usted es menor que el miedo a algo insignificante (porque, convengamos, si Dios es realmente el Creador Todopoderoso, todo es insignificante ante Él)? Hay algo que está muy mal. Si realmente estuviera viviendo espiritualmente en el mundo de la fe, usted cerraría los ojos a todo lo que está viendo. Vencería lucha ras lucha y nunca abriría la boca para decir tonterías porque sabría que va a cosechar lo que siembre. Si siembra palabras positivas, cosechará resultados positivos. Pero si siembre palabras negativas, cosechará resultados negativos.

En el Reino de Dios, la moneda no es el dinero. En el Reino de Dios, la moneda es la fe. El dinero ofrece condiciones de comprar lo que ya existe, pero la fe hace realidad lo que no existe. Por eso, incluso si está endeudado, quebrado, destruido, si perdió todo y no sabe hacia dónde correr, puede usar ese poder dentro de usted para recuperarse y conquistar incluso más de lo que tenía antes.

Sus pensamientos determinan lo que usted será. Veo eso todo el tiempo en mi trabajo. Con ese poder activado, no existe ninguna enfermedad que no se pueda curar o deuda imposible de pagar. Esa forma de pensara es totalmente diferente de lo que todo el mundo predica por ahí. Las personas son criadas para conformarse con lo que tienen. Esperan lo peor. Son entrenadas toda la vida para transferir la responsabilidad de sus problemas a otros: el empleador, los empleados, el gobierno, la suerte, su vida, su pasado e, incluso, Dios.

Todos son culpables y ellas son simplemente víctimas de su destino. Pensando así, creen que lo mejor es dejarse llevar por la corriente y esperar a que alguien las ayude o a que la solución a sus problemas caiga del cielo. Pero una de las cosas que la fe nos incentiva a hacer es luchar. luchar con todas nuestras fuerzas, porque quien tiene convicción no desiste.

En realidad, no importa la situación en la que usted esté, la fe es lo único que tiene a su favor. Puede ser que no tenga amigos, puede estar en la peor situación de su vida, con su reputación manchada, con la tarjeta de crédito bloqueada, sin credibilidad en el mercado, pero no puede decir que no tiene fe. Cuando la persona tiene fe, puede ser que no obtenga las cosas la primera vez, puede ser que no las obtenga la segunda, la tercera, la quinta o la décima vez, pero tiene tanta certeza que no interrumpe la marcha y termina logrando lo que quiere. No hay problema que haga disminuir esa certeza. Pero quien no tiene certeza, desiste se desanima y mira hacia atrás.

La única persona que puede obstaculizar ese poder es usted mismo. Si la fe es certeza, su mayor enemigo es la duda, la indecisión. Y, si le da oídos a la duda, puede neutralizar el poder de su fe. Por eso, todo cuidado es poco. Como dijo Jesús, usted le puede hacer un pedido grandioso a Dios, pero, si tiene un mínimo de duda, no recibirá nada. Su creencia tiene que ser total, 100%. Eso es lo nos hace alcanzar lo que pedimos. Si su fe está atrofiada, usted mira los problemas y se debilita, porque duda. Pero, cuando vive por esa certeza, no importa lo que todavía no pasó, usted mantiene su convicción en el nivel máximo, cree 100%.

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