Los que ya estuvieron en las entrañas de alguna banda y lograron salir, saben perfectamente que no todo lo que brilla es oro. Y lo saben por experiencia. Cuando Kevin, Jessica y Andrés conocieron sus respectivos grupos, vieron en ellos un espejismo de la autoestima, la fraternidad y el poder que tanto deseaban.
Una imagen ilusoria que se desvaneció en el mismo momento en que decidieron entrar. Dentro, se volvieron esclavos de la violencia y el miedo. Ahora, rescatados y libres, estos tres jóvenes deciden hablar sin pelos en la lengua de lo que hicieron (y vieron) para tratar de evitar que más chicos cometan el mismo error. Los chicos de la ESO del IES Villa de Valdemoro escuchaban absortos sus relatos.
KEVIN
«Yo veía que la gente les tenía miedo y yo quería tener ese poder. Además, parecía todo ‘muy guay’: juergas, botellón, chicas, drogas…» contaba Kevin, que tan solo tenía 14 años cuando los Latin King lo enamoraron. Cuando entró, se dio cuenta de que iban muy en serio. «Tenía que apuñalar a otros, y me decían cómo tenía que hacerlo. No servía con meter solo el cuchillo, tenía que girarlo para que se desangrase».
Su mayor ambición era convertirse en rey, y solo podría llegar allí si presentaba un currículum lleno de apuñalamientos. Sus méritos lo coronaron, pero la corona, lejos de sentar bien, le hizo aún más rehén del miedo. Era blanco principal de otras bandas que lo perseguían y buscaban matarle. Su vida y la de su familia corría peligro. Solo podía huir de esta sensación por medio de la droga, aunque solo temporalmente.
Alberto Díaz, pastor y consejero juvenil del Centro de Ayuda Cristiano, ha sido testigo del difícil camino de reinserción que Kevin tuvo que recorrer, no solo por tener que pagar por delitos en cinco prisiones diferentes, sino por el dolor interno que tenía enraizado. «Hay cosas que no os va a contar. Él tiene las manos manchadas de sangre». Decía a los chicos y a los periodistas del diario El Mundo que estaban presentes.
Afortunadamente, la historia de Kevin tiene un final feliz. Conoció el Centro de Ayuda Cristiano a través de su madre y allí comenzó un proceso de restauración interior que le permitiría hacer borrón y cuenta nueva. Actualmente trabaja como pintor, tiene novia y muchos sueños por cumplir.
JESSICA
La de Jessica también ha sido una dura trayectoria. Cayó en las redes de los trinitarios a los 14 años, como Kevin, pero en este caso huyendo de las palizas de su padre y del bullying que sufría en el colegio por el color de su piel. Su enamoramiento por el cabecilla de la banda tampoco le ayudó. Tras una tortuosa y abusiva relación, se quedó embarazada. «Aborté en casa con unas pastillas que me pasó un camello y tiré el feto en un contenedor. Fue muy duro. Me hundí en una depresión y empecé a consumir más drogas. Tuve cinco intentos de suicidio», reconoció delante de la joven audiencia, haciendo un esfuerzo enorme para no deshacerse en lágrimas. Jéssica también sufrió represalias cuando quiso salir de la banda porque manejaba información muy sensible de los Trinitarios y de los Dominican Don’t Play (DDP), la banda archienemiga.
Cuando Jéssica llegó al Centro de Ayuda Cristiano invitada por una compañera del instituto, los voluntarios del Fuerza Joven se volcaron con ella y la ayudaron a cambiar el rumbo de su vida. Ahora es ella la que se vuelca con otros jóvenes con problemas, a través de charlas y consejerías en el Centro de Ayuda Cristiano.
ANDRÉS
El rostro de Andrés dice mucho sin necesidad de que diga una sola palabra. Sus cicatrices, una muy pronunciada en la zona del cuello, deja bien claro que estuvo a tan solo un centímetro de la muerte. Esta pelea con los Latin King inició un círculo vicioso de venganza que lo llevó al reformatorio, donde permaneció casi dos años. Confiesa que lo pasó mal allí, «para estar sereno tenía que consumir drogas y para dormir tenía que abusar de las benzodiacepinas».
Fue su madre, como en el caso de Kevin, quien le dijo que en esta iglesia podrían ayudarle. Cuando Andrés vio que su madre había pasado de ser una mujer deprimida a ser una mujer feliz gracias a la fe, decidió darse una oportunidad. El intento ha merecido la pena, ya que el expandillero es hoy un hombre de familia y un voluntario activo en los proyectos del Fuerza Joven.
INFORMACIÓN, PREVENCIÓN Y REINSERCIÓN
El Centro de Ayuda Cristiano está llevando a cabo una campaña de sensibilización en centros educativos porque aseguran que la prevención es clave para frenar el avance de este fenómeno social. En estas charlas se alerta a los alumnos de la descarnada realidad que existe dentro del mundo de las bandas, sin medias tintas, para generar un impacto en ellos y ayudarles a ver que hay otras maneras de resolver conflictos.
Según el II Observatorio de bandas latinas, llevado a cabo por la misma institución, el número de jóvenes adscritos a estos grupos delictivos se ha duplicado tras la pandemia por provocar esta un parón en la rutina escolar y un incremento de la actividad en las redes sociales. Tik Tok, Instagram y Facebook han sido medios utilizados por las bandas para captar a sus nuevos soldados en los últimos años, además de la vía más tradicional de los colegios, parques o discotecas.
El informe también pone sobre la mesa otros datos alarmantes, tales como la temprana edad de captación, situada en los 11 años; las multas cuantiosas impuestas para quien decide abandonar (además de las constantes amenazas); o el ascenso a la fama de pandilleros en YouTube, lo que genera admiración en jóvenes con baja autoestima.
Kevin, Jessica y Andrés lo han dejado muy claro, y casi repiten al unísono con Alberto Díaz que «mejor que salir de una banda es no entrar», una frase que se ha convertido en el lema de sus charlas. Son conscientes de que en algunos casos han llegado un poco tarde, pero aseguran que se puede salir si piden ayuda. Eso sí, que lo hagan antes de que sea demasiado tarde.