Un estudio realizado ha revelado que el 60% de los españoles tiene algún tipo de superstición
¿Te estremeces al ver un gato negro, llevas un amuleto contra el mal de ojo, evitas pasar por debajo de una escalera y cancelas todos los compromisos que caen en martes o viernes 13? Aún así, eres una persona racional y con pensamiento crítico para la mayoría de las cosas. Pero no eres el único.
Un estudio realizado ha revelado que el 60% de los españoles tienen algún tipo de superstición, convirtiéndonos así, en los europeos más supersticiosos, por encima de los italianos, franceses y alemanes.
Las supersticiones son creencias irracionales, relacionadas con el pensamiento mágico, que se originaron hace muchas generaciones y que están profundamente arraigadas en las más diversas culturas del mundo.
Las personas supersticiosas creen que ciertas acciones, ya sean voluntarias o no, les pueden defender del mal o, por el contrario, atraer la mala suerte, como derramar la sal o abrir el paraguas en un sitio cerrado, con la penosa consecuencia de siete años de mala suerte. Halloween, que ya impregna casi todos los colegios de nuestro país, trae consigo numerosos rituales para ahuyentar a los malos espíritus, aunque paradójicamente, los que celebran esta fiesta parezcan divertirse con ellos.
Te sorprendería saber que en Estados Unidos hay muchos rascacielos sin la 13º planta y que aerolíneas tan importantes como Lufthansa, Air France o Iberia, por solo mencionar algunas, han optado por saltarse la fila 13. Esta fobia al número 13, de origen supuestamente religioso, se denominada triscaidefobia.
Algunos deportistas de élite también son supersticiosos y muchos de ellos tienen sus propios rituales particulares. Es el caso del tenista mallorquín Rafa Nadal, que asegura que los rituales que realiza antes de cada saque, le otorga suerte e influyen enormemente en su posterior rendimiento.
Psicólogos y psiquiatras han estudiado el tema durante varias décadas y han descubierto que la superstición proporciona a la persona una sensación de control, minimizando así, su ansiedad. Sin embargo, el mayor peligro de tomarlas demasiado en serio, aseguran, es que las personas atribuyan sus logros o fracasos a factores “mágicos” o que terminen convirtiéndose en una obsesión.