LOS ULTIMOS Y LOS PRIMEROS

“Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”.
(Mateo 20:14-16)

No hay injusticia en el Reino de Dios. El Señor Jesús comparó el Reino de los Cielos a un hombre que salió de madrugada y combinó con los trabajadores de su viña un valor por el trabajo. Horas más tarde, encontró a otros en la plaza y los llamó también para trabajar. Unas horas más tarde, llamó a otros. Casi en el final del día, contrató a un grupo más.

En el momento que recibieron el salario, comenzó por los últimos. Todos recibieron lo mismo. Los que estaban allí hace más tiempo se quejaron, creyeron que merecían más. Recibieron el tirón de orejas descrito en los versículos de hoy.

Los despreciados eran humildes, sabían que estaban allí sin merecerlo. Otros, piensan que por haber llegado hace poco tiempo, no merecen nada. Pero el Reino de Dios no es dado por merecimiento. El Reino de Dios, no nuestro. Y solo es conquistado por la fe. Debemos dar lo mejor de nosotros, y no contar con el tiempo de iglesia o con nuestros conocimientos bíblicos.

Mantener la fe viva. La obediencia. Todos los que se dispusieron y obedecieron fueron recompensados. Los que creían que merecían más, terminaron recibiendo, por último. Por otra parte, los que entendieron que estaban allí porque su señor era bueno, y no porque merecían, fueron honrados y recibieron primero.

Quien tiene oídos para oír, que oiga.

Es por la fe, no por méritos.

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«HICE DE LA BANDA MI FAMILIA, PERO NO ME SENTÍA FELIZ»

La decadencia de Abel empezó como la de cualquier otro joven pandillero que no encuentra en su propio hogar un referente ni un espacio donde ser amado. Fue este vacío el que le condujo a buscar fuera de casa la sensación de pertenencia a una familia, aunque fuera a costa de vender su propia alma. Ahora, fuera del mundo de la delincuencia y tras superar todos sus conflictos y carencias, es un joven feliz, con sueños y proyectos, que además disfruta de una familia reconstruida.

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«Mi corazón está sanado, ¡y gratis!»

Carol desde su niñez sufrió abusos y se sentía vacía. A lo largo de su vida, buscó la felicidad pero no lograba encontrarla, lo que la llevó a ser agresiva, sufrir ataques de ansiedad y hasta incluso realizar acciones extremas, como pagar 1000€ por un curso para «sanar su corazón», sin obtener resultados.

En el video podrás conocer la historia completa de Carol y como consiguió sanar su corazón ¡sin pagar nada!

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