“Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”.
(Mateo 20:14-16)
No hay injusticia en el Reino de Dios. El Señor Jesús comparó el Reino de los Cielos a un hombre que salió de madrugada y combinó con los trabajadores de su viña un valor por el trabajo. Horas más tarde, encontró a otros en la plaza y los llamó también para trabajar. Unas horas más tarde, llamó a otros. Casi en el final del día, contrató a un grupo más.
En el momento que recibieron el salario, comenzó por los últimos. Todos recibieron lo mismo. Los que estaban allí hace más tiempo se quejaron, creyeron que merecían más. Recibieron el tirón de orejas descrito en los versículos de hoy.
Los despreciados eran humildes, sabían que estaban allí sin merecerlo. Otros, piensan que por haber llegado hace poco tiempo, no merecen nada. Pero el Reino de Dios no es dado por merecimiento. El Reino de Dios, no nuestro. Y solo es conquistado por la fe. Debemos dar lo mejor de nosotros, y no contar con el tiempo de iglesia o con nuestros conocimientos bíblicos.
Mantener la fe viva. La obediencia. Todos los que se dispusieron y obedecieron fueron recompensados. Los que creían que merecían más, terminaron recibiendo, por último. Por otra parte, los que entendieron que estaban allí porque su señor era bueno, y no porque merecían, fueron honrados y recibieron primero.
Quien tiene oídos para oír, que oiga.
Es por la fe, no por méritos.