Cuando eso sucede, la persona ofendida queda totalmente liberada delante de su conciencia y mucho más delante de Dios. Aunque la otra persona no te haya perdonado, estás limpia de toda culpa. Nadie te puede obligar a alguien a perdonar, pero cada uno tiene que hacer su parte, individualmente.
¿Por qué debemos perdonar?
Cuando el ofendido no consigue perdonar, deja nacer en su interior una barrera infranqueable, capaz de impedirle la aproximación a Dios. Esa es la razón por la cual existen muchos que profesan la fe cristiana, pero no alcanzan la plenitud de vida prometida por el Señor Jesús.
¿Qué hacer cuando hay amargura y la otra persona no sabe?
Cuando se tiene amargura o resentimiento de alguien que nada sabe sobre eso, debe perdonar secretamente, o entonces, confesar el resentimiento, depende de cada uno. Si siente en el corazón el deseo de confesar, confiesa, si no lo sientes, perdone secretamente; una cosa, sin embargo, es necesaria: no guardes de ningún tipo de resentimiento contra otra persona.