A todos nos ha sucedido alguna vez abrir la puerta del frigorífico y detectar un olor desagradable. A cualquiera, por descuido o despiste, se le ha podrido alguna comida dentro de la nevera. Del mismo modo, cuando hay dentro un plato delicioso, percibimos un olor agradable y apetitoso.
Nuestra vida también exhala un olor. “Cuando Jesús ve el interior de nuestra vida, ¿desprendemos el perfume de Cristo o un olor nauseabundo de muerte?”
Estas preguntas las realizó el obispo en presencia de las personas que estaban en Atocha el pasado domingo. “Nosotros exhalamos el buen perfume de Cristo través de nuestro carácter, de nuestra conducta sincera. Cuando exhalamos el perfume de Cristo, las personas que nos rodean ven que somos diferentes”, explicaba el obispo. Sin embargo, también hay personas que exhalan un olor desagradable, de muerte, porque tienen mal carácter, hablan mal de otros, mienten, engañan o son maliciosos.
Cuando la persona tiene el Espíritu Santo exhala el buen perfume de Cristo porque tiene el carácter de Dios. Aunque no es perfecta ni mejor que nadie, tiene una buena conducta. Es una persona verdadera y habla siempre la verdad, aunque aparentemente salga perdiendo. No tiene malos ojos, es pura, como un niño. Y esto, dentro y fuera de la iglesia.
“Porque fragante aromade Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden; para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida” (2 Corintios 2:15-16)