Santo Culto: La lepra del alma

«Tenía un gran dolor en el alma”, decía una mujer profundamente aliviada después de recibir la oración por la cura interior, el pasado domingo en Madrid. Y es que el dolor del alma es mucho peor que el físico, y si no, que se lo pregunten a aquellos que sufren depresión. En el pasado Santo Culto, el obispo hizo hincapié en la importancia de recibir la cura del alma, que solo sucede cuando la persona se entrega con sinceridad al Señor Jesús.

Usar la fe en un momento dado puede llevarnos a solucionar un problema puntual, pero no resuelve el mayor problema del ser humano, que es su problema con Dios. “Yo observo que el gran problema de mucha gente es que la mayoría están interesadas únicamente en resolver un problema familiar, un problema económico o de salud, pero no están interesadas en tener una relación con Dios”, así confesaba el obispo Paulo su preocupación por la condición espiritual de la iglesia.

La Biblia cuenta la historia de diez hombres que estaban apartados de la sociedad por padecer lepra, una enfermedad infecciosa y altamente contagiosa. Ellos lo habían perdido todo, salud, trabajo, familia… Y estaban sentenciados a morir solos, sin el amparo de nadie. Una verdadera agonía. Esta historia da un giro cuando los leprosos ven a Jesús y claman a Él:

“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados”

(Lucas 17:11-14)

Nueve de aquellos leprosos eran judíos, es decir, eran religiosos, pero la religión no había podido resolver aquel problema. Probablemente algunos de estos judíos también tenían buenas condiciones económicas, pero esto tampoco había podido ayudarles. “Hay problemas que el dinero ni la religión pueden resolver. Y no, tampoco el Centro de Ayuda Cristiano o los pastores van a resolver su problema, pero Jesús tiene el poder para resolver su problema”, aseveraba el obispo.

Cuando Jesús escuchó el clamor de aquellos leprosos, Él les mandó que se mostraran al sacerdote (porque en aquella época eran los sacerdotes quienes determinaban si una persona tenía lepra o si estaba limpia de esta). Ellos obedecieron a Su mandato y, mientras iban de camino, todos fueron limpios. “La clave del milagro está en la obediencia a la Palabra de Dios. La verdadera fe lleva a la persona a obedecer. La fe no puede ser teórica, tiene que ser práctica”, añadía el obispo.

LOS DIEZ FUERON CURADOS FÍSICAMENTE, PERO SOLO UNO SANÓ SU ALMA

Los diez leprosos fueron curados, pero lo curioso es que solo uno de ellos regresó para dar gloria a Dios:

“Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano”

(Lucas 17:15-16)

Los nueve judíos religiosos que habían sido curados le dieron la espalda a Jesús cuando consiguieron lo que querían. Ellos tuvieron fe para ser curados, pero no asumieron su fe en Jesús, pensando, quizás, que su religiosidad era suficiente para cubrir sus pecados. El samaritano, en cambio, que era consciente de su condición de pecador, se rindió a Jesús de manera sincera y a cambio obtuvo el perdón y la salvación de su alma.

Aquí está la explicación de por qué mucha gente religiosa no cambia de vida ni recibe el Espíritu Santo. Pueden llegar a alcanzar alguna bendición material, pero no reciben una nueva vida. No curan la lepra del alma, que es el pecado, y esta cura solo se puede alcanzar a través de un verdadero arrepentimiento.

“No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?”

(Lucas 17:17-18)

Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

(Lucas 17:19)

No se preocupe solo por su vida física, como estos nueve leprosos religiosos. Mas bien, haga lo que hizo el leproso samaritano y entréguese a Jesús. Él sanará su alma y le ayudará a vencer todo lo demás.

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