«Muchos piensan que no hay una solución para sus problemas porque se han equivocado mucho en la vida, pero sepa una cosa: Es importante que quite el peso de la duda pues, no importa lo que haya hecho, sus pecados, o las malas decisiones que haya tomado. Si usted se arrepiente de corazón y se vuelve a Dios con un corazón sincero, Él cambiará su vida», así empezaba el obispo Paulo Roberto el Santo Culto del pasado domingo desde la sede del Centro de Ayuda Cristiano en Madrid.
Jacob era nieto de Abraham e hijo de Isaac, grandes hombres de fe. Él creía en el Dios de sus padres, pero no tenía un verdadero compromiso con el Señor. Siempre quiso hacer las cosas a su manera, por eso obtuvo resultados desastrosos.
Jacob era el menor de dos hermanos. Esaú era el mayor, el primogénito, y eso en aquella época era muy importante. Dios había revelado a Isaac y a su mujer Rebeca que el mayor (Esaú) serviría al menor (Jacob), pero Jacob quiso tomar posesión de la primogenitura haciendo las cosas a su manera, no a la manera de Dios.
Así que cuando Isaac ya se encontraba en su lecho de muerte, Jacob se disfrazó de Esaú para que cuando lo fuera a visitar, su padre padre derramara su bendición sobre él. Así lo hizo, pero le salió muy caro. Cuando Esaú se enteró de esto lo odió con todas sus fuerzas y quiso matarle.
Entonces Jacob se vio obligado a huir de la casa de su padre y fue a refugiarse a la tierra de su tío Labán. Cansado del camino, hizo una parada en Bet-el, que significa «Casa de Dios».
«Jacob perdió todo porque no siguió la orientación de la Palabra de Dios. Y esta es la razón por la que mucha gente pierde todo y fracasa, porque no hace caso al Manual de Vida, la Palabra de Dios. Toman decisiones guiadas por sus emociones, no según Su Palabra. Aún así, Dios no abandonó a Jacob, así como no le abandonó a usted tampoco«, enseñaba el obispo.
Jacob llegó a Bet-el hundido, deprimido, angustiado. Allí cogió una piedra y la usó como almohada. Lo que él no sabía era que aquella piedra simbolizaba al Señor Jesús. Se quedó dormido y en su sueño Dios le reveló algo:
“Y soñó; y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. “Y he aquí, el Señor estaba en lo alto de ella, el cual dijo: yo soy el Señor, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia.” (Génesis 28:13).
Dios se presentó a Jacob como el Dios de Isaac y Abraham porque aún no era su Dios. Aún así, no le condenó por sus pecados, no le rechazó. Al contrario, le demostró que estaba con Él y que deseaba bendecirle. Y esto quiere hacerlo con todos nosotros.
“Dios es maravilloso, siempre quiere darnos la oportunidad de cambiar de vida, de vencer y ser felices. Él no se queda mirando nuestro pasado, nuestros errores, nuestra raza o nuestra formación. Él ve la fe”, declaraba el obispo.
La escalera que Jacob vio en su visión representaba la fe. “¿Para qué usamos una escalera? Para alcanzar lugares altos que no conseguimos alcanzar con nuestros propios recursos”, aseveraba. Asimismo, la fe nos hace salir de la situación difícil en la que nos encontramos.
EL VOTO QUE MARCÓ UN ANTES Y UN DESPUÉS
Cuando Jacob despertó de su sueño, no permaneció pasivo, sino que tomó una actitud. La actitud de asumir su fe y de hacer un voto con Dios:
“E hizo voto diciendo: si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, el Señor será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.” (Génesis 28:20-22).
Jacob derramó su aceite, que era todo lo que tenía, sobre aquella piedra que simbolizaba al Señor Jesús. Se entregó por completo. Con este gesto, Jacob demostró su arrepentimiento y su decisión de tener un compromiso verdadero con Dios. En ese momento Dios empezó a ser el Dios de Jacob. Esto marcó un antes y un después en su vida, porque Jacob empezó a vivir por la fe.
Jacob, que lo había perdido todo, años después se convirtió en un hombre muy próspero que además pudo reconciliarse con su hermano. Si quieres, Dios te da la oportunidad de cambiar de vida también. No importa tu pasado, sino la actitud de fe que tomes a partir de ahora.