La mejor noticia que la humanidad puede recibir es que Jesús ha resucitado, pues un muerto no podría hacer nada por nosotros. El pasado domingo de Resurrección, el obispo Paulo Roberto hizo hincapié en el verdadero significado de la Pascua e invitó a los presentes a tener una fe inteligente en la Palabra de Dios y en un Jesús resucitado, vivo y poderoso.
Su sacrificio en la cruz ha pagado la deuda de nuestros pecados y nos da acceso libre a la presencia de Dios. Pero para que podamos alcanzar Su salvación y beneficiarnos de Sus promesas conquistadas en la cruz, tenemos que aceptarlo como Señor y Salvador. De lo contrario, este no tendrá efecto en nuestras vidas. “El problema es que muchas personas creen en un Jesús muerto, que todavía está clavado en una cruz, cuando Jesús está vivo. No despertaron aún para la realidad de Su resurrección. Sus vidas están muertas porque tienen la mirada puesta en un Jesús muerto, y un muerto no puede hacer nada por nadie”, enseñaba el obispo.
El obispo invitó a las personas a pensar y a examinar las Escrituras, lo que nos lleva a tener una fe práctica e inteligente, fundamentada únicamente en una relación personal con Dios, a través del sacrificio del Señor Jesús. “A veces las personas creen en tradiciones y costumbres que no tienen una base bíblica. Abraham fue el Padre de la fe, un ejemplo para todos nosotros de sacrificio y verdadera confianza en Dios, pero murió y no puede hacer nada por nosotros”, explicaba.
Moisés fue un gran instrumento en las manos de Dios para liberar al pueblo de Egipto, pero también murió. De igual modo, María fue una mujer santa que halló gracia ante los ojos de Dios, Quien la escogió para traer al mundo al Señor y llevar a cabo Su Plan de Salvación, pero ella misma reconoció que necesitaba a un Salvador: “Mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador” (Lucas 1:47). Ella también murió y no puede hacer nada por nosotros ahora.
Solo Jesucristo murió y resucitó
Cuando Jesús murió en la cruz, el velo que separaba el Santuario del Lugar Santísimo, que es la presencia de Dios, se rasgó en dos. Esto quiere decir que la separación que antes había entre Dios y lo hombres ya no existe. Todos podemos entrar en la presencia de Dios a través de la fe en el Señor Jesús. Y solo a través de Él.
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:19-23).
¡Gracias por cada mano extendida en este momento difícil!
El mes de octubre nos dejó una lección inolvidable: en medio de los mayores desafíos, la solidaridad puede ser más fuerte que cualquier tormenta.