El pasado domingo, los que se reunieron en Atocha pudieron conocer el tipo de carácter que Dios busca en un buen cristiano. “No es fácil ser cristiano, que nadie le engañe. Un día usted perderá, y ¿cuál será su reacción ante esa pérdida?”, dijo el obispo invitando a las personas a pensar y a reflexionar en la historia de Job.
El propio Dios dio testimonio de Job delante de Satanás, diciendo: “¿Te has fijado en mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8).
El mal, soberbio, le respondió que Job era así “por interés”, por todas las bendiciones materiales y la protección que Él le había otorgado. “¿Acaso teme Job a Dios de balde?¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra” (Job 1:9-10). Y retó a Dios diciéndole que, si Job perdiese todo lo que tenía, terminaría maldiciéndole “en Su cara”.
Dios permitió que el diablo tocase en todas las posesiones de Job e incluso en su salud, pero le impidió que lo matase. Job entonces perdió todo lo que tenía materialmente, pero también a sus hijos, el respeto de su mujer y su salud, pero nunca se desvió en su carácter. A pesar de todo, siguió siendo intachable, recto y apartado del mal en todo momento.
Dios ya conocía el carácter de Job, pero a veces Dios permite que toquemos fondo, perdamos cosas, e incluso personas, para que sepamos realmente quienes somos. Hay cristianos que, cuando pasan alguna tempestad, se enfrían y abandonan la fe.
Sin embargo, el obispo también explicó que el Único que puede dar condiciones al ser humano de ser un buen y verdadero cristiano, como Job, es el Espíritu Santo. “Solo Él puede darle fuerzas para soportar los días malos”, dijo antes de buscar la presencia de Dios.
La historia de Job tuvo un final feliz, pues Dios lo honró y le devolvió el doble de lo que había perdido. ¡Qué gran lección!