¿Te preocupas demasiado por agradar a los demás?

Descubre lo que esa actitud revela de ti.

Actualmente, con el auge de las redes sociales, conseguimos poner nuestro día a día en evidencia. Sin embargo, muchas personas se aprovechan de esto para llamar la atención. Otras, llegan incluso a desarrollar el pésimo hábito de vivir para agradar a otras personas.

Para el obispo del Centro de Ayuda Cristiano, esa actitud demuestra dos serios problemas interiores. “Eso demuestra que ella es insegura, que depende de otras personas y que trabaja en función de la aprobación de los demás porque no cuenta con su propia aprobación. Es una búsqueda incansable e inútil, porque uno nunca va a agradar a todos. Ni Jesús, siendo perfecto, lo consiguió”, dijo durante su programa.

Máscaras

El obispo añade que quien vive de esa manera no se da cuenta de que su vida es un teatro, lo cual solo viene a confirmar un grave problema espiritual: la mentira y la hipocresía.

“Quien vive en función de tener la aprobación de los demás deja de ser ella misma para representar un personaje ficticio. Es falsa, hipócrita. Y todo porque quiere que todos piensen que es una persona buena en lo que hace y que por eso debe recibir elogios, una promoción, ganar más dinero, casarse, etc”, dice.

El problema es que la mentira del hipócrita tiene fecha de caducidad y en algún momento la verdad saldrá a la luz. “Espiritualmente hablando, es un camino sin retorno, pues empieza a creer en el personaje que ella misma creó. ¿Cómo ayudar a una persona que cree que la mentira es verdad?”.

El deseo del alma

Cierta vez el Señor Jesús reprendió a un grupo de personas que tenían la costumbre de hacer servicios religiosos con el objetivo de ser elogiados por los demás: los fariseos y los escribas. Estos orquestaban sus actitudes en función de este fin, como hacer cierta obra de caridad en hora punta para que todo el mundo lo pudiera ver.

“El placer de estos religiosas no era hacer algo bueno, ayudar a alguien, sino simplemente ser vistos. Esto inflaba su ego”. Jesús los condenó severamente (Mateo 23), pero la verdad es que todo el mundo tiene un pequeño fariseo en su interior al que le gusta que los demás vean sus supuestas cualidades. Este fariseo es el deseo de ser reconocido, admirado. Piensa: ¿cuántas veces has hecho algo y has esperado un elogio?”, indagó el obispo.

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