Básicamente, temer a Dios es tener una vida abnegada, motivada por el amor que Él siempre demostró por nosotros y tan solo volcada hacia Sus propósitos aquí en la tierra. El propio Señor Jesús manifestó actitud de temor, cuando dijo:
«Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Lucas 22:42
Por lo tanto, si queremos que el Señor Jesús, en la persona de Su Espíritu, se manifieste a través de nosotros, entonces tenemos la obligación de asumir Su carácter a través de actividades y procedimientos semejantes a los de Él, como nos dijo:
«Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra» Juan 4:34
¿Estamos realmente realizando Su obra? ¡Si honestamente confesamos que sí, entonces, positivamente, hay temor de Dios en nuestros corazones!