“En cierta ocasión, Jesús, por tres veces, preguntó a Pedro: «¿Tú me amas más que estos otros?» y Pedro tres veces respondió: «Sí, Señor, Tú sabes que te amo». Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
La verdad es que no siempre aquellos que siguen a Jesús, lo hacen por amor. Algunos lo hacen por temor, otros por miedo al Infierno, así es que el segundo sólo consigue de Dios las migajas, y nada más, mientras que el primero come a la mesa con Dios.
Es como el pastor de almas y el pastor de sí mismo. El primero es un hombre de Dios, que transmite palabras de vida, consuelo y seguridad. El segundo predica la Palabra de Dios, pero no transmite el espíritu de las Escrituras; enseña de acuerdo con su propia sabiduría, y no por la sabiduría de Dios. Sus palabras no transmiten vida, no edifican.
Muchos son los que usan el nombre de Jesús para su propio interés, y no para ayudar a las personas; por el contrario, sólo sirven para confundirlas.
Los que aman a Jesús, no son vencidos. Pueden venir luchas, tempestades, persecuciones, lo que sea, siempre estarán firmes y aunque enflaquezcan, harán todo para agradarlo. Por tanto, no vive de intrigas, resentimientos, sino con la palabra de fe y de amor en el corazón. La persona que tiene fe no es cobarde. No huye de su objetivo y se preocupa por las almas afligidas. Por eso, Jesús preguntó tres veces a Pedro si él le amaba. No porque Él estuviese dudando, sino para testificar su amor.
Ahora, te cabe a ti el demostrar a Dios que realmente lo ama, a través de sus actitudes de fe y amor, y nunca olvidando que:
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14:21).”