NO DEJES QUE TU LENGUA TE HAGA PECAR
“SEÑOR, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios.” (Salmos 141:3).
David sabía que toda palabra tenía un peso y que su lengua podría bendecirlo o maldecirlo, por eso Le pidió a Dios que le diese el control sobre sus palabras. Si tu lengua está siempre dispuesta a hablar más de lo que debería, haz como David y pídele a Dios que te dé el dominio sobre ella.